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De líder del Cartel de Cali a gestor de paz: La historia de Miguel Rodríguez Orejuela

Recientemente, desde una prisión en EE.UU., Miguel Rodríguez Orejuela envió una carta a Petro ofreciéndose como gestor de paz en Colombia.

Miguel Rodríguez Orejuela, nacido el 15 de agosto de 1943 en Cali, Valle del Cauca, es uno de los nombres que más resuena en la historia del narcotráfico en Colombia. Su vida y la de su hermano Gilberto marcaron el rumbo de una de las organizaciones más poderosas del crimen organizado: el Cartel de Cali. Pero la historia de Miguel, al igual que la de su hermano, está llena de decisiones que lo llevaron a ser considerado una de las figuras más temidas y odiadas en la lucha contra las drogas.

Los inicios del narcotráfico

Desde joven, Miguel Rodríguez no se mostró ajeno al mundo de los negocios. Criado en un hogar modesto, su familia se asentó en Cali a principios de los años 40. Allí, comenzó a conocer la ciudad, su dinámica y los primeros contactos que le permitirían dar los primeros pasos en el mundo del crimen. Sin embargo, no fue sino hasta mediados de los años 70 cuando su nombre comenzó a resonar dentro de los círculos del narcotráfico.

Junto a su hermano Gilberto, Miguel se unió a un grupo de mafiosos que comenzaron a consolidar el Cartel de Cali. En ese entonces, la competencia con otros carteles, especialmente el Cartel de Medellín, era feroz. Sin embargo, los Rodríguez, con su astucia y habilidad para el negocio, pronto ganaron terreno. La organización que formaron no solo estaba involucrada en el tráfico de cocaína, sino también en secuestros y otras actividades ilícitas.

El Cartel de Cali no se limitó solo al tráfico de cocaína; los hermanos Rodríguez supieron diversificar sus negocios. Su organización controlaba una extensa cadena de boticas a lo largo de Colombia, conocidas como Drogas La Rebaja. Además, poseían un importante grupo de emisoras de radio, El Grupo Radial Colombiano, y diversos negocios legítimos que les permitieron blanquear el dinero obtenido de sus actividades ilícitas.

Así, Miguel Rodríguez se ganó el respeto y el miedo no solo en Colombia, sino en todo el mundo. A través de sobornos y contactos con políticos, empresarios y figuras públicas, lograron tejer una red de influencias que les permitió operar casi sin ser detectados. La estrategia de los Rodríguez era clara: operar con astucia, sin llamar demasiado la atención, pero siempre un paso adelante de sus rivales.

El llamado “Proceso 8.000”

A pesar de la enorme riqueza que acumulaban, los hermanos Rodríguez no pudieron escapar de la mirada del gobierno colombiano y de Estados Unidos. En 1994, el escándalo conocido como el Proceso 8.000 estalló, cuando se reveló que el narcotráfico había infiltrado la política colombiana. Se descubrió que el Cartel de Cali había financiado la campaña presidencial de Ernesto Samper, quien fue acusado de recibir millones de dólares provenientes del narcotráfico.

Este escándalo salpicó a numerosos políticos, pero lo más relevante fue el impacto que tuvo en la organización de los Rodríguez. Aunque nunca se logró probar de manera concluyente que Samper estaba directamente involucrado en las actividades del cartel, el escándalo dejó al descubierto la inmensa red de corrupción que los hermanos Rodríguez habían construido a lo largo de los años.

La caída de los Rodríguez

A pesar de su poder, el Cartel de Cali comenzó a desmoronarse a finales de los años 90. La presión de las autoridades colombianas y estadounidenses aumentó, y el gobierno de Ernesto Samper, tras el escándalo, lanzó la llamada “Operación Cazador” para desarticular el cartel. En 1995, después de una serie de operativos, los hermanos Rodríguez fueron capturados.

Las autoridades arrestaron a Gilberto Rodríguez Orejuela el 9 de junio de 1995 en el norte de Cali, asestando un golpe significativo a la organización. Dos meses después, el 6 de agosto de 1995, capturaron a Miguel en un apartamento en Cali. La caída de los hermanos Rodríguez marcó el fin de una era para el Cartel de Cali, aunque no de manera definitiva, pues las consecuencias de su dominio en el narcotráfico seguirían siendo palpables por años.

Tras su captura, los hermanos Rodríguez fueron condenados en Colombia. Sin embargo, el sistema judicial colombiano no fue suficiente para contener su influencia. En 2002, las autoridades liberaron a Gilberto por buena conducta, mientras que Miguel cumplió más tiempo en prisión por un cargo adicional de soborno. A pesar de estar en prisión, las autoridades norteamericanas tenían la certeza de que los hermanos seguían controlando el Cartel de Cali desde la cárcel. Testigos declararon que delegaron el manejo de la organización en el hijo mayor de Miguel, William Rodríguez.

En 2004, después de un largo proceso judicial, las autoridades extraditaron a Gilberto a Estados Unidos, donde él enfrentó cargos por narcotráfico. Unos meses después, las autoridades también extraditaron a su hermano Miguel. La justicia estadounidense lo condenó a 30 años de prisión por conspiración para importar cocaína y lavado de dinero.

Líder del Cartel de Cali Miguel Rodríguez Orejuela en su extradición a EE.UU.

La carta a Gustavo Petro

Recientemente, desde su celda en una prisión federal en los Estados Unidos, Miguel Rodríguez Orejuela ha hecho un giro sorprendente en su historia. A los 81 años, el excapo envió una carta al presidente Gustavo Petro en la que se ofrece como gestor de paz. En el documento, Rodríguez Orejuela manifestó su disposición a compartir detalles inéditos sobre las operaciones del Cartel de Cali y sus enfrentamientos con Pablo Escobar, como parte de su voluntad de contribuir a la reconciliación nacional.

Según fuentes cercanas, Rodríguez Orejuela asegura que su propuesta no busca reducir su pena ni obtener beneficios personales. “Miguel no quiere nada para él ni su familia, solo que termine la persecución contra ellos, una que ha durado más de cuatro décadas”, afirmó un allegado del excapo. Rodríguez Orejuela se compara con antiguos jefes paramilitares como Salvatore Mancuso, quienes, tras su extradición, asumieron un papel clave en los procesos de paz en Colombia.

Con sus palabras, Miguel Rodríguez Orejuela buscaba una última oportunidad para encontrar redención, aunque muchos aún lo ven como uno de los mayores responsables de los males que aquejaron a Colombia durante las décadas de los 80 y 90.

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Finalmente, la historia de Miguel Rodríguez Orejuela es la de un hombre que, desde sus inicios humildes en Cali, ascendió a lo más alto del crimen organizado, solo para ser derribado por su propia ambición. El Cartel de Cali, bajo su liderazgo, fue responsable de la exportación masiva de cocaína a Estados Unidos, controlando una gran parte del mercado de drogas en el país del norte. La organización sembró el terror en Colombia, involucrándose en secuestros, asesinatos y la corrupción de políticos, empresarios y autoridades.

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