La violencia contra la mujer sigue siendo un problema grave en Cali. Según el más reciente informe de la Secretaría de Seguridad y Justicia, los casos de violencia intrafamiliar en la ciudad aumentaron un 18% en 2024, con una tasa de 382 casos por cada 100.000 mujeres. Si bien la cifra es menor que en ciudades como Bogotá y Medellín, Cali superó el promedio nacional de 370 casos por cada 100.000 mujeres.
Los barrios con mayor incidencia de violencia intrafamiliar fueron San Nicolás (112 casos), Mojica (99), Potrero Grande (99) y Manuela Beltrán (96), con un preocupante patrón de concentración en la zona oriente. Se identificó que la mayoría de los casos ocurren en horarios nocturnos y los fines de semana, especialmente en entornos familiares con consumo de alcohol y otras sustancias.
Lina Buchely, directora del Observatorio para la Equidad de las Mujeres de la Universidad Icesi y la Fundación WWB de Colombia, señala que el 2025 ha sido un año crítico en materia de violencia de género. “Hemos tenido inusitadamente más alarmas de feminicidio este año, además, la violencia de género persiste no solo en los hogares, sino también en el espacio público y digital”.
En cuanto a los delitos sexuales, se registraron 530 casos en 2024, lo que representa una leve disminución del 0.8% respecto a 2023. La tasa en Cali fue de 78.6 denuncias por cada 100.000 mujeres, menor a la de Bogotá (164) y Medellín (104.5). Sin embargo, persisten focos críticos en barrios como San Pedro (58 casos), San Nicolás (23), Mojica (20) y Parcelaciones de Pance (19).
Además, el acoso callejero y la violencia digital se han convertido en formas persistentes de agresión contra las mujeres en la capital vallecaucana. “Nueve de cada 10 mujeres en Cali han sufrido acoso callejero, han sido acosada en el transporte público, en las calles, en los centros comerciales. 10 de cada 10 usuarias digitales han padecido violencia de género digital”, puntualizó Buchely.
El informe también advierte sobre la relación entre los delitos sexuales y la trata de personas. En barrios de la zona oriente, se identificaron casos de explotación sexual infantil financiados por actores del conflicto armado, con niñas sometidas a redes de trata por sumas de hasta ocho millones de pesos.
En términos de homicidios de mujeres, la cifra se mantuvo con 61 casos en 2024, los mismos que en 2023. El 62% de estos crímenes ocurrieron en la vía pública y el 61% fueron cometidos con armas de fuego, principalmente en las noches y madrugadas. Un dato preocupante es que el 19% de las mujeres asesinadas habían recibido al menos un comparendo en los últimos cuatro años, muchas de ellas por portar armas blancas para defensa personal en entornos de alta violencia.
Buchely advierte que el difícil contexto económico es un factor que no puede ignorarse. “El desempleo y la falta de recursos aumentan los niveles de tensión en los hogares”.
Aunque las cifras en algunos delitos han mostrado ligeras reducciones, la violencia contra la mujer sigue siendo un problema estructural en Cali. Se hace un llamado a fortalecer estrategias de prevención, atención a víctimas y campañas de sensibilización en los barrios más afectados.
Según Buchely, la clave para romper los ciclos de violencia está en la autonomía económica de las mujeres. “Mientras vivamos en una ciudad en donde siete de cada 10 mujeres están en informalidad, sin ingresos estables ni cotización a seguridad social, seguiremos viendo altos niveles de violencia”.
El testimonio de Reina, una sobreviviente
Reina González es una mujer venezolana de 34 años, madre de tres hijos, que encontró en Cali la oportunidad de escapar de una historia de violencia que casi le cuesta la vida. Hoy, a través de su emprendimiento en repostería y su labor en una fundación, busca reconstruir su vida y ayudar a otras mujeres que han pasado por lo mismo.
Su historia comenzó como muchas otras, una relación aparentemente estable, un hogar que ella creyó seguro. Pero con el tiempo, la violencia psicológica se hizo presente y fue escalando. “Primero inicia con esa violencia psicológica, que terminamos creyéndonos. Y la violencia psicológica termina siendo como una violencia invisible porque la vamos normalizando”, narró Reina.
En una de las agresiones más fuertes, su hija, de solo cinco años, tuvo que pedir ayuda a gritos. “La niña empezó a gritar, los vecinos escucharon, llamaron a la policía. La niña se le pegó al policía y le dijo: ‘Ayúdame, mi mamá, por favor’”.
Pero ni siquiera ese episodio puso fin al maltrato. Reina, atrapada en el ciclo de violencia, intentó denunciar. Sin embargo, como en muchos casos, su agresor prometió cambiar, manipulándola para que volviera. “Llegan, piden perdón, te dicen que fue un momento de rabia, pero luego vuelve a pasar”.
Llegó un punto en el que Reina se cuestionaba constantemente por qué no había salido antes de ese ciclo de violencia. Sin embargo, explicó que: “Estas cosas uno no las ve en ese momento porque hay algo que se llama indefensión aprendida”. Este fenómeno psicológico ocurre cuando una persona, tras vivir repetidas situaciones de maltrato, siente que no tiene control sobre su realidad y deja de buscar una salida. En casos como este, se llega a creer que esas circunstancias son las únicas opciones, que hay que quedarse, que no hay otra alternativa por los hijos o por miedo a lo desconocido.
El punto de quiebre llegó con un aparente intento de feminicidio. Una noche, su pareja le roció gasolina con la intención de quemarla viva. “Ese día lo vi ahí, encima con ese garrafón, rociándome con gasolina con tanta rabia. En segundos, vi mi vida perdida”. Logró escapar, pero su hija quedó en la casa con su agresor. Cuando Reina logró volver por ella, la niña estaba brutalmente golpeada. “Cuando la vi, su espalda… estaban completamente morados. Lloraba, no podía dormir. En ese momento supe que no podía quedarme más tiempo”.
Con lo poco que tenía, decidió huir de Venezuela con sus tres hijos. Llegó a Cali sin más que la ropa que llevaba puesta y un futuro incierto. “Mis hijos y yo recibimos apoyo psicológico durante dos años. Mi hija tenía ataques de ansiedad, mi hijo se volvió agresivo… el daño que les dejó esa violencia fue enorme“. Señaló Reina.
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Hoy, esta mujer se ha convertido en un ejemplo de resiliencia, ha encontrado una nueva vida. Sin embargo, aún vive con el temor de que su agresor la encuentre. “Sigo sintiendo miedo, pero ahora soy una mujer diferente. Ya no soy aquella que toleró. Soy una mujer que saca las garras por sus hijos y por mí misma”.
Para las mujeres que aún están atrapadas en la violencia, su mensaje es claro. “Salir del círculo de violencia es una decisión difícil, pero es posible. No hay que romantizar el amor por la violencia. El amor no te daña, no te maltrata. Nosotras somos mujeres imparables y tenemos el poder de decidir por nosotras mismas”. Concluyó Reina González.