El espíritu emprendedor de las mujeres caleñas es innegable. Con determinación y creatividad, han encontrado en sus propios negocios una vía para sostener a sus familias y salir adelante. Sin embargo, este camino está lleno de obstáculos: la desigualdad de ingresos, la falta de acceso a financiamiento y la sobrecarga de trabajo doméstico siguen limitando su crecimiento.
Mientras que una caleña organiza su emprendimiento, también cocina, cuida a sus hijos y atiende las responsabilidades del hogar. Esta realidad explica por qué las mujeres destinan casi el doble de tiempo a labores de cuidado en comparación con los hombres, lo que impacta directamente en su capacidad de generar ingresos. A pesar de ello, el 26,5% de las mujeres en Cali ha optado por el emprendimiento como alternativa laboral. Sin embargo, el panorama sigue siendo crítico: el 47% percibe un ingreso inferior a dos salarios mínimos y el 55% inició su negocio con ahorros propios, sin respaldo financiero externo.
El mercado laboral en Cali sigue reflejando una fuerte brecha de género. Mientras que 75 de cada 100 hombres están activos en la economía, solo 56 de cada 100 mujeres participan en el mercado laboral. Además, la tasa de desempleo femenina (11,8%) es superior a la masculina (10,2%), afectando especialmente a las jóvenes y afrocolombianas, quienes enfrentan aún más barreras.
La informalidad cómo fenómeno persistente
El problema no es solo el acceso al empleo, sino la calidad del mismo. La informalidad es un fenómeno persistente, con un 49,2% de mujeres en esta situación, lo que las deja sin garantías de seguridad social ni pensión. Según un estudio de la Fundación WWB Colombia, las mujeres caleñas ganan un 30,7% menos que los hombres, a pesar de invertir tiempos similares en sus negocios.
La razón de esta brecha salarial radica en múltiples factores. En primer lugar, las mujeres tienen menos acceso a crédito y redes de contacto, lo que limita su crecimiento empresarial. Además, sus negocios suelen operar desde casa para equilibrar la vida familiar y laboral, lo que reduce sus oportunidades de expansión y conexiones comerciales. Si bien la digitalización ha abierto nuevas puertas, no ha sido suficiente para eliminar estas barreras.
Otro punto clave es la concentración de mujeres en sectores con menor rentabilidad. El 41,3% de ellas está en el comercio de alimentos y bebidas, y el 11,2% en la venta de ropa y accesorios. En contraste, su participación en industrias de mayor ingreso, como la reparación de vehículos o la venta de productos farmacéuticos, es mínima (0,5%).
Según Lina Buchely, experta en equidad de género, la falta de infraestructura de cuidado infantil dentro de las empresas contribuye a esta situación. “Las mujeres son sistemáticamente excluidas del empleo formal porque deben asumir el cuidado de sus familias. Necesitamos iniciativas empresariales que faciliten su participación laboral mediante programas de apoyo y flexibilización horaria”, asegura.
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Para lograr un cambio real, es necesario diseñar estrategias que no solo faciliten el acceso al trabajo, sino que mejoren sus condiciones y oportunidades de crecimiento. La equidad de género en el mundo laboral no es solo un asunto de justicia social, sino un factor clave para el desarrollo económico de la región.