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Otro atentado en la cárcel Villahermosa de Cali

Una nueva ráfaga de disparos sacudió este lunes la tranquilidad de la cárcel de Villahermosa en Cali.

Una nueva ráfaga de disparos estremeció la rutina de la cárcel de Villahermosa este lunes en Cali. La amenaza no solo vino del sonido metálico de las balas, sino de una realidad que se vuelve cada vez más insostenible: una cárcel sobrepoblada, vulnerada y sin garantías mínimas de seguridad para internos ni funcionarios.

A las 11:50 de la mañana, justo cuando el penal parecía transcurrir con normalidad, dos detonaciones rompieron el silencio en la vía de ingreso al bloque Eron. No hubo víctimas ni daños, pero sí una certeza: el penal está nuevamente en la mira de estructuras externas. Esta vez, como tantas otras, no hay registros visuales del hecho; las cámaras de seguridad, ironía del destino, estaban apagadas.

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Lo ocurrido reavivó el temor dentro de Villahermosa, una cárcel que en vez de rehabilitar se ha convertido en un epicentro de tensión constante. Desde hace semanas, la presión ha ido en aumento: disparos desde el exterior, amenazas a los directivos y una sobrepoblación que supera con creces cualquier estándar aceptable.

Ataque por reacción de control interno a los presos

El ataque más reciente, según fuentes del penal, podría ser una reacción al control interno que el Inpec viene reforzando. El decomiso de celulares, armas blancas y sustancias prohibidas parece haber incomodado a quienes todavía intentan ejercer el poder desde las sombras. El precio de hacer cumplir la ley, al parecer, es vivir con el miedo latente.

La directora del penal, María Lorena Serrano, ha sido enfática en pedir mayor apoyo del Gobierno nacional. Las garitas están activas, el personal alerta, pero la amenaza persiste. Como ella, otros directivos han recibido amenazas, y algunos incluso han sido trasladados por razones de seguridad.

Villahermosa no solo es un símbolo de la crisis carcelaria del país, también es un reflejo del fracaso institucional. Aunque en 2018 se anunció la construcción de nuevos pabellones, las obras jamás comenzaron. En 2023, se plantearon alternativas en municipios cercanos, como Yumbo y Navarro, pero la falta de concertación con las comunidades locales sepultó esos proyectos.

Hoy, caminar por sus pasillos es tropezarse con colchonetas en el piso, calor insoportable, olores penetrantes y una mezcla de resignación y tensión en el ambiente. Cada celda diseñada para dos personas aloja hasta seis. En total, hay patios con más de 600 internos cuando el límite técnico no supera los 90.

La alcaldía actual ha prometido soluciones estructurales: un centro de detención temporal, una cárcel distrital y nuevos espacios para menores infractores. Pero mientras las promesas se transforman en obras, Villahermosa sigue esperando. Y sus muros, agrietados por el tiempo y la violencia, continúan absorbiendo el peso de una ciudad que no ha sabido qué hacer con su población privada de la libertad.

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