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Comunidad de la ladera de Cali vive con miedo por intensas lluvias

Al menos 10 personas han muerto en la ladera de Cali en la última década por derrumbes. Comunidad pide acción urgente.

El temor se ha vuelto rutina para los habitantes de la ladera de Cali, especialmente en los barrios que conforman la comuna 20. Con cada aguacero, crece la posibilidad de una tragedia. Las lluvias que han caído en los últimos días han puesto en evidencia un riesgo que la comunidad viene denunciando desde hace años: deslizamientos, caída de rocas, inundaciones repentinas y viviendas al borde del colapso. A pesar de que esta amenaza ha sido identificada en múltiples ocasiones, los planes de mitigación y reubicación siguen sin ejecutarse. Y mientras tanto, las familias siguen esperando una respuesta que no llega.

Florinda Perafán, una vecina del sector, en entrevista con Telepacífico Noticias, resume entre lágrimas lo que viven decenas de familias cada vez que llueve: “¿Por qué no ponemos un poco más de amor humano hacia los demás?” pregunta con la voz entrecortada. En su memoria aún está fresco el recuerdo de una noche en la que apenas lograron reaccionar. “Estábamos acostados durmiendo y cuando sentimos fue que las latas del techo empezaron a sonar. Nos sentamos de una sola y al mirar vimos bajar dos piedras”.

León Pérez, también residente de la comuna, vivió una experiencia similar. “Gracias a Dios salimos corriendo con nuestros hijos. Cuando íbamos bajando escuchamos que se vinieron las piedras”, dice. El sonido de la montaña cediendo se ha vuelto parte del paisaje auditivo de la zona, un recordatorio constante de que, para muchos, la amenaza está justo al lado de su casa.

Al menos 10 peronas han muerto por las emergencias por lluvias

En la última década, al menos diez personas han perdido la vida en la zona a causa de emergencias relacionadas con el invierno. Niños, adultos mayores y familias enteras han sido víctimas de un riesgo que, pese a su gravedad, no ha sido atendido de manera estructural. Las promesas se han repetido cada año, pero esas promesas, denuncian los vecinos, se quedan en palabras.

Antonio Delgado, habitante del barrio Belén, recuerda cómo la tierra ha ido reclamando las casas una por una: “El primer derrumbe tumbó un rancho. Después vino otro y también se cayó. Luego fue el de nosotros. Esta parte toda de aquí atrás está caída”, cuenta con resignación. La comunidad ya ha enfrentado seis emergencias graves en lo que va de esta temporada invernal y advierte que, si no se actúa pronto, las consecuencias podrían ser irreparables.

A pesar del historial de tragedias, la intervención de las autoridades ha sido intermitente y, según denuncian los líderes comunitarios, insuficiente. No solo piden atención inmediata para prevenir una catástrofe mayor, sino también un compromiso real con soluciones a largo plazo. Para ellos, vivir entre el miedo y la incertidumbre no puede seguir siendo la normalidad.

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Mientras tanto, las lluvias no cesan y el suelo sigue cediendo. Cada nuevo aguacero se convierte en una prueba más para quienes habitan en la ladera. Y aunque el peligro es evidente, lo que más duele, dicen ellos, es que hasta ahora la respuesta institucional ha sido demasiado silenciosa.