Después de 18 días de incertidumbre y angustia, la historia de Lyan José Hortúa, el niño de 11 años secuestrado en Jamundí, dio un giro esperanzador con su liberación este 21 de mayo. El menor fue trasladado a la Clínica Valle del Lili, en Cali, donde permanece bajo observación médica. Según un comunicado oficial del centro asistencial, Lyan fue valorado por un equipo integral conformado por profesionales en pediatría, psiquiatría infantil, psicología y trabajo social. Aunque su estado de salud es estable, seguirá recibiendo atención especializada para garantizar una recuperación física y emocional adecuada.
Reacciones de los familiares del menor
El reencuentro con su familia se produjo en el mismo centro médico donde su madre, Angie Bonilla, está hospitalizada tras una fuerte crisis de salud ocasionada por la desesperación de no saber el paradero de su hijo. En un momento lleno de lágrimas y alivio, madre e hijo se fundieron en un abrazo que simbolizó el fin de una pesadilla para esta familia. “Esto es un milagro de Dios”, dijo la madre entre sollozos, recordando que cada día sin su hijo fue, en sus palabras, “como estar muerta en vida”.
Durante los días de cautiverio, los captores permitieron dos videollamadas como pruebas de supervivencia. En ellas, el menor aseguró que lo estaban tratando bien, aunque tras su liberación confesó que los primeros días fue mantenido amarrado, situación que impactó profundamente a sus seres queridos. “Está muy feliz de estar con nosotros, pero lo que vivió nos duele profundamente. Ahora queremos sanar su corazón”, expresó su padrastro, Joshua Suárez.
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El caso ha generado una fuerte reacción en la opinión pública, y organizaciones defensoras de derechos humanos han reiterado la urgencia de fortalecer los mecanismos de protección a la niñez en Colombia. La Defensoría del Pueblo, que participó activamente en la gestión para lograr la liberación, exigió a las autoridades judiciales que se avance en la identificación de los responsables y se esclarezcan las circunstancias del secuestro.
Mientras Lyan José continúa recibiendo atención médica y psicológica, su caso se convierte en un símbolo de la lucha contra la violencia que aún afecta a muchos menores en el país. La familia espera que, con el paso del tiempo y el acompañamiento profesional, el niño pueda retomar su vida en un entorno seguro y amoroso.