En medio de sus primeras declaraciones como precandidato presidencial, Abelardo de la Espriella lanzó una polémica promesa: si gana las elecciones de 2026, el mismo día de su posesión, el 7 de agosto, tumbará el monumento a la Primera Línea ubicado en Cali. El abogado calificó la estructura como una “oda al terrorismo” y aseguró que su destrucción será un acto simbólico que marcará el inicio de su gobierno.
De la Espriella no ocultó su rechazo hacia el colectivo de la Primera Línea, al que tildó de “terrorista”, y afirmó que el monumento no representa un homenaje a la resistencia ciudadana, sino a la criminalidad. Con un lenguaje frontal y sin matices, reiteró que su mandato estará centrado en lo que llama “recuperar el orden y el Estado de derecho” en ciudades como Cali, donde, según él, se han consolidado expresiones violentas que deben ser erradicadas.
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Seguridad: su principal bandera para Cali y el Valle del Cauca
El precandidato también prometió retomar con mano firme el control de la seguridad en Cali y en todo el Valle del Cauca. Aseguró que su eventual administración no negociará ni se sentará con actores que él considera enemigos del Estado. “Los delincuentes saldrán despavoridos cuando sientan la mano de hierro del Estado”, dijo, en un discurso cargado de promesas de autoridad y cero tolerancia.
De la Espriella insistió en que su gobierno no será complaciente ni blando con quienes hayan promovido actos de violencia, protestas destructivas o bloqueos. Aseguró que el país necesita un mandatario que no se arrodille ante los criminales y que ejerza el poder con determinación. Sus palabras conectan con un electorado cansado de la inseguridad, pero también han generado preocupación en sectores que defienden el derecho a la protesta social.
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Una candidatura marcada por el tono fuerte y la confrontación directa
Con este tipo de declaraciones, Abelardo de la Espriella deja claro que su estrategia política girará en torno al discurso del orden, la autoridad y la mano dura. Su perfil polémico y su capacidad para polarizar el debate público lo posicionan como un aspirante disruptivo dentro del escenario electoral de 2026. Al presentarse como un opositor radical de lo que él llama el “abandono institucional”, busca capitalizar el descontento de ciertos sectores ciudadanos.
Aunque su lenguaje divide opiniones, también le asegura una base de seguidores que ven en él una figura decidida a enfrentar a los movimientos que emergieron con fuerza durante el estallido social de 2021. De la Espriella sabe que su candidatura se juega entre la confrontación directa y la firmeza discursiva. Su propuesta de “derrotar al crimen” comienza con una acción simbólica: derribar un monumento.