Una potente explosión sacudió a Cali este jueves 21 de agosto, cuando un camión cargado con cilindros-bomba detonó frente a la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez. El estallido, ocurrido a las 2:50 p.m., dejó al menos siete muertos y cerca de medio centenar de heridos, provocando caos, destrucción y un impacto inmediato sobre locales, viviendas y vehículos en los alrededores. Entre quienes lograron escapar se encuentra don Manuel, quien relató que minutos antes de la detonación ingresó a un almacén para comprar una bebida. “Me salvé, por una sed”, afirmó al ver la desolación y la desesperación que reinaba en la zona.
Otros sobrevivientes compartieron relatos similares de confusión y miedo mientras huían hacia lugares seguros. Las primeras imágenes publicadas en redes mostraban vehículos calcinados, fachadas destruidas y comerciantes intentando salvar sus pertenencias entre los restos.
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Poco después de la explosión, sirenas de ambulancias, patrullas y camiones de bomberos comenzaron a anunciar la llegada de los equipos de atención. A las 3:00 p.m., la Policía Metropolitana y la Secretaría de Salud de Cali iniciaron labores de rescate. El alcalde Alejandro Éder confirmó la activación del Puesto de Mando Unificado y del Centro Regulador de Urgencias, asegurando que el área estaba acordonada y los heridos recibían atención inmediata.
Reacciones nacionales e internacionales
El presidente Gustavo Petro calificó el hecho como un “acto terrorista” y responsabilizó a las disidencias de las Farc bajo el mando de Iván Mordisco. La gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, reafirmó el rechazo al ataque y destacó la coordinación con la Fuerza Pública. Además, la ONU emitió un comunicado condenando el ataque indiscriminado y solicitó respeto por los derechos humanos, mientras se solidarizaba con las víctimas y exigía justicia.
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Familias como la de Amelia Muriel y Jesús Martínez vieron destruidas sus viviendas tras más de 50 años de esfuerzos. “Me siento abandonada por la vida, pero gracias a Dios no tenemos ningún rasguño”, declaró Amelia. Otra familia sobrevivió de forma milagrosa al impacto directo de uno de los cilindros en su vivienda, y hoy enfrenta daños estructurales y pérdida de bienes. La comunidad vive con miedo, incertidumbre y silencio interrumpido solo por vidrios rotos y preguntas sobre el estado de los afectados.
