El árbol más grande de Cali, un Enterolobium cyclocarpum, conocido popularmente como “orejero” o “piñón de oreja”, recibió una jornada especial de mantenimiento y revisión fitosanitaria. Este ejemplar, que se eleva 32 metros y despliega una copa de 34 metros de diámetro, se erige como un verdadero monumento natural en el sector de Suerte 90, al oriente de la capital vallecaucana.
Con una edad estimada de 250 años, el coloso verde ha sido testigo del crecimiento urbano y social de la ciudad. Su cuidado se ha convertido en prioridad para garantizar su conservación y prevenir riesgos asociados al deterioro natural. La jornada de revisión permitió evaluar su estado de salud, fortalecer su estructura y asegurar su permanencia como patrimonio ambiental para las próximas generaciones.
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Capacitación y transferencia de conocimientos
La actividad contó con la guía del ingeniero forestal Carlos Llano, reconocido como uno de los arboristas más prestigiosos del país. Su acompañamiento no solo aseguró un proceso técnico riguroso, sino que también abrió un espacio formativo para la cuadrilla de emergencias arbóreas de Cali.
Durante la intervención, los operarios aprendieron técnicas de poda especializada, evaluación de riesgos y métodos de protección fitosanitaria. Este intercambio de experiencias fortalece las capacidades locales y promueve un manejo más responsable del arbolado urbano, pieza clave en la mitigación del cambio climático y en la regulación de la temperatura en sectores densamente poblados.
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Compromiso con la protección del arbolado
Las autoridades ambientales subrayaron que acciones como esta consolidan una política de conservación que va más allá de la atención puntual a los árboles monumentales. El fortalecimiento de las brigadas y el aprendizaje continuo garantizan que los ciudadanos disfruten de entornos más seguros y sostenibles.
Además, recalcaron la importancia de involucrar a la comunidad en la protección del patrimonio natural. Este orejero centenario no solo aporta sombra y frescura, sino que también constituye un símbolo de identidad y memoria colectiva para los caleños. Su preservación representa el compromiso de la ciudad con el medio ambiente y con las futuras generaciones.