La madrugada del 30 de marzo de 2017 marcó para siempre la vida de Reynel Blandón. A la una de la mañana, mientras descansaba con su familia, las llamas consumieron su vivienda en el oriente de Cali. El incendio, provocado por una lavadora defectuosa, los dejó atrapados en una casa sin rutas de escape.
“Yo le decía a mi esposa: pásenme la niña, pásenme la niña, ya nos tocó morir acá junticos”, recuerda Blandón, quien, en medio de la desesperación, improvisó toallas mojadas en el agua de una pecera para cubrir el rostro de sus hijos y evitar que inhalaran el humo. Sin embargo, poco a poco todos fueron perdiendo la conciencia.
Cuando parecía que no había salida, los bomberos llegaron como una respuesta milagrosa. Blandón fue el primero en ser rescatado. “Dijeron: somos los bomberos de Cali. Ahí desperté y supe que estábamos vivos”, relata. Aquel día, que pudo ser el final de su historia, se convirtió en el inicio de una segunda oportunidad.
Una vida transformada por la gratitud
Después del incendio, Reynel tomó una decisión que transformó por completo su destino: unirse al cuerpo de bomberos voluntarios de Cali. Según cuenta, lo hizo como un acto de agradecimiento a Dios, a los socorristas que le salvaron la vida y a la comunidad que lo apoyó en el momento más difícil. “Se me metió en la cabeza que tenía que hacerlo, primero como agradecimiento a Dios y después a ellos mismos”, asegura.
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Hoy, Blandón combina su labor como bombero con el tiempo que dedica a su esposa, Leidy Obando, y a sus hijos, quienes lo ven como un ejemplo de fortaleza y servicio. “Siempre le digo que lo admiro, es un berraco por la valentía que tiene de darlo todo por ayudar a otras personas”, dice su esposa con orgullo.
Su historia, que pasó de la tragedia al heroísmo, inspira tanto a sus compañeros en el cuerpo de bomberos como a su familia y a quienes lo escuchan. Para Blandón, cada día de servicio es un recordatorio de aquel milagro que le permitió sobrevivir para dar testimonio de vida y esperanza.
