La violencia en el Catatumbo no se detiene. Mientras los enfrentamientos entre grupos armados se intensifican, las comunidades viven atrapadas en un conflicto que parece no tener fin. Con minas sembradas en los caminos y una economía paralizada, la población clama por ayuda, pero según mencionan, el Estado brilla por su ausencia.
En este rincón del país, el sonido de las balas y las explosiones se ha convertido en parte de la rutina diaria. “Aquí la guerra no descansa. Sabemos que lo peor está por venir“, advierte una habitante de la zona a Caracol Radio, quien prefiere ser identificada como “Gloria” por seguridad.
El temor a un ataque mayor es generalizado. La posibilidad de huir tampoco es viable. “Los caminos están llenos de minas. No sabemos dónde pisar”, dice con angustia. Para muchos, el desplazamiento forzado es cuestión de tiempo.
Sin apoyo ni alternativas
Más allá de la violencia, la falta de oportunidades ha hundido a la región en la desesperanza. El comercio está paralizado y los campesinos, que históricamente han vivido del cultivo de palma, cacao, maíz y yuca, ven cómo sus productos se quedan sin mercado.
A esto se suma la ausencia de respaldo gubernamental. Según denuncian los habitantes, las ayudas prometidas nunca llegan. “Dicen que nos envían recursos, pero aquí no vemos nada”, afirma Gloria. La fuerza pública, por su parte, mantiene presencia en el aire, pero no en el territorio.
El conflicto entre el ELN y las disidencias de las FARC sigue sin una solución a la vista. Los habitantes, cansados de esperar, sienten que los han dejado a su suerte. “nos dejaron morir, decían que íbamos a tener paz y no, el cambio que hicimos fue por plomo”, reclamó Gloria al Gobierno.
El dilema del narcotráfico
Sin oportunidades ni respaldo, muchos campesinos se ven empujados a la economía ilícita. La coca sigue dominando la región porque, a diferencia de otros cultivos, sí recibe financiamiento. “Para sembrar cacao o maíz nadie nos presta dinero, pero si alguien quiere cultivar coca, el dinero aparece al instante”, denuncia Gloria.
La paradoja es clara: sin apoyo estatal, el narcotráfico se convierte en la única salida para muchos. “La gente no quiere sembrar coca, pero tampoco quiere morirse de hambre”, sentencia.
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Mientras tanto, el Catatumbo sigue en guerra. La violencia no cede, el abandono estatal es evidente y la paz sigue siendo solo una promesa incumplida.