En los últimos treinta días, tres mujeres colombianas perdieron la vida en hechos violentos que han conmocionado al país. Lo que hace estos casos aún más alarmantes es que, en dos de ellos, las víctimas habían denunciado previamente a sus agresores, lo que plantea serias dudas sobre la eficacia de las medidas de protección existentes.
El asesinato de María José Estupiñán: violencia que no fue detenida
En Cúcuta, María José Estupiñán, estudiante de comunicación social e influenciadora de 22 años, fue atacada en su propio hogar por un sicario que fingió ser domiciliario. El asesino le entregó una caja de chocolates antes de dispararle varias veces.
Antes de este brutal ataque, María José había puesto en conocimiento de las autoridades la violencia intrafamiliar que sufría y había activado la ruta de protección. Sin embargo, las medidas implementadas no fueron suficientes para evitar su muerte.
El coronel Leonardo Capacho, comandante de la Policía Metropolitana, señaló que continúan las investigaciones para identificar al responsable y su posible móvil. Los familiares y organizaciones defensoras denuncian que el Estado falló en garantizar su seguridad pese a las alertas previas.
Alejandra Vera, directora de la Corporación Mujer Denuncia y Muévete, afirmó que la joven había solicitado protección formal, pero no logró recibir el apoyo necesario. Este caso evidencia que la denuncia no siempre asegura la protección adecuada.
Sirley López, la estudiante asesinada en la Universidad del Valle de Palmira
El 8 de mayo, Sirley López, estudiante de literatura, fue víctima de un tiroteo dentro del campus de la Universidad del Valle en Palmira. Un hombre ingresó disparando y alcanzó a herirla junto a otra mujer.
A pesar de ser trasladada a un centro médico para recibir atención urgente, Sirley falleció por la gravedad de sus heridas pocas horas después del ataque. El agresor, identificado como Brayan Stiven Tobar Martínez, se suicidó tras disparar.
Según el novio de Sirley, el atacante no conocía a la joven y el crimen podría haber sido un accidente, una “bala perdida” en un ataque dirigido a otra persona. Sin embargo, la investigación sigue abierta para esclarecer todos los detalles.
Yesica Paola Chávez: un crimen en un salón de belleza que estremeció a Bogotá
El 22 de abril, en un salón de belleza de Bogotá, Yesica Paola Chávez fue asesinada por su expareja, un policía activo que llegó al lugar y le disparó delante de clientes y su hija. La violencia se desató en un espacio cotidiano, mientras ella trabajaba.
Antes del asesinato, Yesica había denunciado ante la Fiscalía los hostigamientos y amenazas que recibía de Julián Mesa Ramírez, su expareja y agresor. Se había separado de él semanas antes, pero las denuncias no lograron frenar el peligro.
Tras el crimen, el agresor se quitó la vida. La familia de Yesica, especialmente sus hermanas, ha recibido atención por parte de las autoridades para sobrellevar el impacto emocional y legal de esta tragedia. Yesica dejó dos hijos: el mayor quedó bajo la custodia del padre, y la menor, adoptada por la víctima y su agresor, fue separada de la familia para su protección. Este caso ilustra la tragedia de la violencia íntima que termina en femicidio.
Un llamado urgente para proteger a las mujeres colombianas
Según la Defensoría del Pueblo, entre enero y abril de 2025, Colombia registró 123 feminicidios y 79 tentativas de homicidio contra mujeres. Estas cifras reflejan un problema estructural que aún persiste con gran gravedad. Lo más preocupante es que en muchos casos, como en los de María José y Yesica, las víctimas habían intentado protegerse denunciando previamente a sus agresores, sin obtener la seguridad necesaria.
Los recientes feminicidios deben ser una señal clara para el Estado y la sociedad. Garantizar la seguridad de las mujeres exige una respuesta integral, rápida y efectiva. Es fundamental que las autoridades refuercen la ruta de atención a víctimas y adopten medidas preventivas que eviten que más mujeres sean asesinadas pese a haber pedido ayuda.
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La memoria de María José, Sirley y Yesica no puede quedar en el olvido. Su historia debe impulsar cambios profundos que aseguren un futuro sin violencia para todas las mujeres del país.