Una cirugía que enciende partes del cerebro que habían permanecido “apagadas” por años marcó un hito para la medicina colombiana. Por primera vez, se realizó en el país una intervención de estimulación cerebral profunda para tratar la depresión, una enfermedad que afecta a más de 280 millones de personas en el mundo, según la OMS.
El procedimiento fue practicado en el Hospital Internacional de Colombia (HIC), en Bucaramanga, a Lorena Rodríguez, una mujer nacida en Garagoa, Boyacá, y residente en Madrid. Durante más de 17 años, Lorena convivió con un trastorno mixto de ansiedad y depresión que resistía a todo tipo de tratamiento convencional.
“Lo intenté todo: fármacos, psicoterapia, espiritualidad. Pero nada funcionaba”, relató la paciente.
¿En qué consistió la cirugía?
La decisión de someterse a la intervención llegó tras una fuerte recaída. Fue entonces cuando descubrió que en Colombia un equipo liderado por el neurocirujano William Contreras López estaba desarrollando procedimientos innovadores para casos extremos de depresión resistente.
Tras dos años de estudios clínicos, entrevistas psicológicas y valoraciones neurológicas, Lorena fue admitida como candidata. La intervención se convirtió en la primera cirugía contra la depresión en Colombia con la implantación de cuatro electrodos en lugar de los dos usuales, gracias a tecnología de última generación.
La técnica usada, conocida como estimulación cerebral profunda, consiste en implantar electrodos —del tamaño de un grano de arroz— en zonas específicas del cerebro para generar impulsos eléctricos que regulen funciones afectadas. Durante seis horas, Lorena permaneció despierta. Su consciencia fue vital para que el equipo evaluara, en tiempo real, los efectos de los estímulos eléctricos y ajustara la intensidad necesaria para cada área cerebral comprometida.
“Es como si las luces se hubieran apagado en sectores importantes del cerebro. Nosotros las encendemos nuevamente”, explicó el doctor Contreras.
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El sistema implantado incluye un neuroestimulador recargable inalámbricamente desde casa cada tres días. Tiene una vida útil de hasta 25 años y requiere acompañamiento clínico continuo. Apenas una semana después de la intervención, Lorena reportó los primeros cambios. Aunque los resultados máximos se evidencian entre uno y dos años, su testimonio ya es esperanzador: “Me permitió reconstruirme. Me está devolviendo la vida que pensé perdida”.