La entrega de un polideportivo en zona rural de Nariño, que en cualquier otro escenario sería motivo de celebración, terminó convertida en una demostración de poder armado. En videos revelados recientemente se observa cómo integrantes de las disidencias de las Farc, al mando de alias Iván Mordisco, reunieron a la comunidad para inaugurar la obra y entonar el himno de ese grupo ilegal.
Las imágenes muestran a hombres, mujeres y menores de edad participando en el evento, sin presencia del Estado ni autoridades civiles. El hecho ha desatado un fuerte rechazo, especialmente por la utilización de niños en una actividad vinculada a un actor armado al margen de la ley.
Acto político disfrazado de entrega comunitaria
Los registros audiovisuales, difundidos por Noticias RCN el 9 de agosto, evidencian que el evento no fue una simple inauguración. Se trató de un acto con símbolos políticos y militares, en el que los asistentes fueron obligados a seguir el protocolo impuesto por los disidentes.
Incluso, a través de redes sociales, la propia estructura armada celebró la jornada con un mensaje en el que afirmaba: “Las FARC-EP siguen construyendo poder popular junto a las comunidades. En esta ocasión hacemos entrega de un polideportivo en el departamento de Nariño”.
Expertos en seguridad consultados explican que este tipo de acciones buscan reemplazar la presencia estatal y crear la idea de que las disidencias son quienes realmente gobiernan en el territorio. “Aquí hay una violación clara al derecho internacional humanitario porque se instrumentaliza a la población civil, especialmente a los niños”, advirtió un analista.
Estado ausente, grupos armados presentes
La situación refleja una realidad preocupante: en esta región fronteriza, las rutas de contrabando, el flujo de mercancías e incluso la construcción de obras han quedado bajo la supervisión de estructuras criminales. La presencia del Estado es prácticamente nula, mientras que los grupos armados imponen reglas y muestran músculo político frente a comunidades vulnerables.
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El polideportivo entregado bajo vigilancia armada terminó siendo un recordatorio de que en muchas zonas del país la institucionalidad ha sido reemplazada por órdenes ilegales. Lo que para algunos fue presentado como un aporte a la comunidad, para otros se convirtió en una estrategia de legitimación violenta, en la que los más afectados fueron los menores que tuvieron que cantar un himno que nunca debió sonar fuera de un campamento armado.