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Tres campesinos sobrevivieron seis días a la deriva en el Pacífico

El motor falló y la lancha quedó a la deriva: familia nariñense sobrevivió seis días en el océano hasta ser rescatada en el Chocó.

El pasado 14 de septiembre, tres campesinos nariñenses de una misma familia emprendieron un viaje rutinario en lancha desde la vereda Basán, en el municipio del Charco, hacia la Ensenada de Iscuandé. La travesía, que parecía sencilla, se convirtió en una pesadilla cuando el motor se apagó en plena noche y, a pesar de los intentos por repararlo, nunca volvió a encender. La lancha quedó a merced de las corrientes del océano Pacífico.

John Boya, de 35 años, relató en entrevista con Blu Radio que la comunicación en la zona era prácticamente nula, lo que imposibilitó pedir ayuda. Con poca gasolina, sin víveres suficientes y sin experiencia en arreglos mecánicos, Boya, su hermano y su primo menor de edad comprendieron que estaban solos frente a un océano inmenso, con la incertidumbre de si alguien llegaría a rescatarlos.

“Pensamos que no volveríamos a ver a la familia”: sobrevivientes narran su naufragio en entrevista con Blu Pacífico. Foto: Blu Radio

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Estrategias de supervivencia en medio del mar

El primer día de naufragio los sorprendió un carguero que pasó a pocos metros de su embarcación; la fuerza de las olas casi los hunde. En medio de la angustia, intentaron mantener la calma, convenciéndose unos a otros de que pronto serían hallados. Sin embargo, con el paso de los días el temor se apoderó de ellos, especialmente del menor, quien lloraba desconsolado convencido de que nunca volvería a ver a su familia. Boya lo animaba repitiéndole que “nadie iba a morir” y que debían confiar en Dios.

Ante la falta de agua potable y alimentos, los tres hombres improvisaron métodos de supervivencia. Bebieron agua de lluvia, comieron pescado crudo y hasta sacrificaron un ave que se posó en la lancha para poder resistir. Con el paso de las jornadas, el desgaste físico y mental fue en aumento. Para el quinto día, uno de los adultos cayó en depresión y les confesó que ya se sentía sin esperanza, convencido de que no lograrían salir con vida.

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El rescate inesperado y la segunda oportunidad

En la madrugada del sexto día, exhaustos y sin fuerzas, escucharon el motor de una lancha pesquera. Al principio dudaron en pedir ayuda por miedo a que fueran personas hostiles, pero Boya tomó la decisión de hablarles. Se arrodilló y suplicó que no los dejaran morir. Los pescadores, al ver su estado de desnutrición y sed, los auxiliaron de inmediato. Les dieron agua, alimentos y los trasladaron hasta el municipio de Bajo Baudó, en el Chocó.

El alivio llegó acompañado de lágrimas. Boya confesó que nunca olvidará la solidaridad de quienes los rescataron a más de 30 millas mar adentro, en un punto donde la lancha en la que viajaban difícilmente habría resistido más tiempo. “Dios nos dio una segunda oportunidad y la voy a aprovechar al máximo”, aseguró en su testimonio. Su historia refleja la vulnerabilidad de las comunidades del Pacífico que dependen del mar y enfrentan viajes sin garantías de seguridad ni infraestructura adecuada para responder a emergencias.