La forma en que nos identificamos en Colombia ha dado un giro definitivo. Tras la consolidación de la Ley 2129 de 2021, el país ha dejado atrás la imposición histórica del apellido paterno, permitiendo que el apellido de la madre encabece el registro civil. Este cambio no es solo una opción simbólica, sino un nuevo marco de derechos que otorga a los padres y a los mismos ciudadanos una autonomía antes inexistente.
El fin de la prioridad paterna
La normativa establece que el orden de los apellidos debe ser producto de un común acuerdo entre los padres al momento de realizar la inscripción del menor. Esta libertad rige para todos los tipos de familia, garantizando que el linaje materno pueda ser visibilizado con la misma jerarquía que el del padre en:
- Hijos matrimoniales y extramatrimoniales.
- Procesos de adopción.
- Hijos de parejas del mismo sexo.
En situaciones donde no se logre un consenso, la ley ofrece una salida equitativa: la Registraduría está facultada para realizar un sorteo aleatorio. De esta manera, el azar decide cuál apellido aparecerá primero, evitando que las diferencias familiares retrasen el derecho a la identidad de los niños.
Libertad para adultos
Uno de los puntos más llamativos de la ley es la posibilidad que ofrece a quienes ya son mayores de edad. Si una persona considera que su identidad debe reflejar su realidad afectiva o desea honrar a su madre colocándola en primer lugar, puede hacerlo:
- Por una única vez: los ciudadanos que alcancen los 18 años tienen la facultad de modificar el orden de sus apellidos.
- Vía Escritura Pública: el trámite se formaliza en una notaría y permite actualizar posteriormente todos los documentos oficiales, como la cédula de ciudadanía.
- Hijos con apellido único: quienes fueron registrados solo con los apellidos de la madre ahora tienen una ruta simplificada para añadir un segundo apellido si así lo deciden.
Hacia una genealogía más visible
Más allá de lo administrativo, expertos señalan que esta medida permite rescatar la historia familiar materna, que tradicionalmente se perdía con el paso de las generaciones. Al permitir que el apellido de la madre lidere la identificación, Colombia se suma a un modelo de identidad más flexible y moderno, donde la filiación no depende de una jerarquía de género, sino de la voluntad de quienes conforman el núcleo familiar.
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