La nacionalidad de una persona se determina principalmente por dos principios legales: el ius sanguinis (derecho de sangre) y el ius soli (derecho de suelo). Mientras algunos países otorgan la ciudadanía en función de la ascendencia familiar, otros la conceden por el lugar de nacimiento.
Recientemente, el debate sobre estos principios resurgió en Estados Unidos tras el intento de Donald Trump de eliminar el derecho a la ciudadanía por nacimiento. Sin embargo, jueces federales bloquearon la medida por considerarla contraria a la 14ª Enmienda de la Constitución estadounidense.
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Ius sanguinis: la nacionalidad por ascendencia
El ius sanguinis concede la nacionalidad a una persona con base en la ciudadanía de sus progenitores, sin importar el país de nacimiento. Este principio busca preservar la identidad cultural y fortalecer la cohesión nacional.
Numerosos países europeos aplican este criterio. Alemania, Italia, España, Suiza y Austria, entre otros, permiten que los descendientes de ciudadanos adquieran la nacionalidad de sus ancestros. En América Latina, Colombia también lo aplica. Según el artículo 96 de la Constitución, son colombianos por nacimiento aquellos con al menos un padre colombiano o aquellos nacidos en territorio nacional con un progenitor extranjero domiciliado en el país.
Ius soli: la ciudadanía por nacimiento
El ius soli, conocido como derecho de suelo, otorga la nacionalidad a quienes nacen dentro del territorio de un país, sin importar la ciudadanía de sus padres. Este sistema promueve la inclusión social y la diversidad cultural, facilitando la integración de inmigrantes y sus descendientes en la sociedad.
Un total de 30 países conceden la nacionalidad automática bajo este principio, incluidos Estados Unidos, Argentina, Brasil, Canadá y México. Sin embargo, algunos imponen condiciones, como la residencia legal de al menos uno de los padres. Por ejemplo, en países como Francia y Reino Unido, la nacionalidad por ius soli no es automática y está sujeta a ciertos requisitos.
En América Latina, la mayoría de países aplican este derecho, con algunas excepciones como Chile, que en 2018 modificó su legislación para condicionar la nacionalidad por nacimiento en algunos casos.
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Diferencias y debate global
Mientras el ius sanguinis refuerza los lazos con la historia y la cultura de una nación, el ius soli fomenta la integración de inmigrantes y la igualdad de derechos. En algunos países, ambos sistemas coexisten para abarcar diferentes realidades sociales. Un claro ejemplo es España, donde se combina el ius sanguinis con procesos de naturalización más flexibles para nacidos en el territorio con padres extranjeros.
El debate sigue abierto. Mientras algunas naciones buscan restringir el ius soli para frenar la inmigración irregular, otras flexibilizan sus leyes para reconocer el derecho de sangre a más generaciones. La nacionalidad es un derecho clave que define la pertenencia y las oportunidades de millones de personas en el mundo. Cada país enfrenta el desafío de equilibrar su soberanía con la inclusión social y el respeto por los derechos humanos.