Durante más de dos años, una perrita llamada Sora vivió entre jaulas y ladridos en un refugio de Fresno, California, sin perder la esperanza de encontrar una familia. Cuando finalmente fue adoptada, todo parecía apuntar a un final feliz. Pero en menos de 24 horas, su sueño se desvaneció. La perrita, que había soportado 900 días de espera, fue devuelta al refugio apenas un día después de salir. La historia de Sora ha tocado corazones en redes sociales y plantea una cruda realidad: No todos están preparados para el compromiso y la paciencia que implica adoptar un animal con necesidades especiales.
Sora llegó al Valley Animal Center luego de ser entregada por su dueña. Desde entonces, su energía desbordante y su necesidad de afecto la hicieron destacar entre los demás animales, pero también jugaron en su contra. Aunque es cariñosa y juguetona, su alto nivel de actividad requería una familia con tiempo y disposición para brindarle ejercicio diario y estabilidad emocional.
Durante su estadía en el refugio, el equipo de cuidadores hizo todo lo posible por mantenerla activa y animada. Sin embargo, los largos días sin un hogar permanente comenzaron a afectar su estado emocional. La ansiedad se volvió evidente y, con ella, el temor de que su espera fuera interminable.
Un regreso que rompió corazones
Cuando finalmente fue adoptada, la emoción fue compartida por todo el personal del refugio. Pero esa felicidad duró poco; ya que al día siguiente, Sora fue devuelta. La familia que la llevó a casa no logró adaptarse a su nivel de energía ni supo brindarle el espacio y la paciencia que necesitaba para ajustarse. El regreso al albergue fue devastador para todos.
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El refugio publicó un video del momento en sus redes sociales, donde se ve a Sora acompañada de otro perro, Eros, quien también fue devuelto tras una breve adopción. La imagen de ambos animales volviendo a sus jaulas con la cola aún moviéndose, como si conservaran un hilo de esperanza, conmovió a miles de usuarios en línea.
El Valley Animal Center ha insistido en que Sora aún espera por una familia adecuada. Aclaran que necesita ser la única mascota en un hogar activo, con personas dispuestas a entender su personalidad y acompañarla en su proceso de adaptación.
Su caso es un recordatorio de que la adopción no es un acto impulsivo. Sno un compromiso a largo plazo que requiere empatía, dedicación y tiempo. Mientras tanto, Sora sigue esperando, con la misma esperanza que ha mantenido durante casi tres años.
