Israel ejecutó una de sus operaciones militares más agresivas en años al bombardear instalaciones clave del programa nuclear iraní. En la madrugada del miércoles, más de 50 aviones de combate israelíes atacaron centros de producción de centrifugadoras de uranio en varias zonas de Irán, especialmente cerca de Teherán y en la ciudad de Karaj. El operativo se extendió por más de tres horas e incluyó tres oleadas de ataques precisos.
El ejército israelí confirmó que el objetivo fue golpear infraestructura destinada a fortalecer el enriquecimiento de uranio. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) verificó la destrucción de dos edificios usados para fabricar piezas nucleares, así como un centro de investigación donde se probaban rotores para centrifugadoras avanzadas. Con esta ofensiva, Israel busca frenar de forma directa las capacidades atómicas de su principal rival regional.
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Irán promete represalias y acusa a EE. UU. de apoyar la ofensiva
El líder supremo iraní, Ali Khamenei, respondió con un mensaje desafiante en televisión nacional. En su declaración, advirtió que Irán no se rendirá ante lo que calificó como una “guerra impuesta” y amenazó con represalias militares severas contra Israel y sus aliados. Afirmó que cualquier intervención estadounidense provocaría “daños irreparables” y denunció una alianza internacional para sabotear el programa nuclear iraní, que Teherán insiste en que es de carácter civil.
Horas después del ataque israelí, el ejército iraní lanzó misiles balísticos hipersónicos tipo Fattah-1 hacia territorio israelí y llamó a evacuar las ciudades de Tel Aviv y Haifa. Los sistemas de defensa aérea israelíes interceptaron la mayoría de los misiles y derribaron dos drones en el mar Muerto. Aun así, el intercambio de fuego ha dejado un saldo mortal: al menos 224 personas han muerto en Irán y 24 en Israel, según los reportes oficiales más recientes.
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Crece la tensión internacional y EE. UU. toma medidas urgentes
La escalada bélica obligó a Estados Unidos a actuar rápidamente. El presidente Donald Trump suspendió su participación en la cumbre del G7 y convocó a su Consejo de Seguridad Nacional para monitorear la crisis. Washington ordenó el cierre temporal de su embajada en Jerusalén y envió el portaviones USS Nimitz a la región como parte de un refuerzo estratégico. También anunció la activación de una fuerza especial para proteger a ciudadanos estadounidenses en Medio Oriente.
Además del impacto militar, la crisis desató pánico en Teherán, donde se observaron largas filas en estaciones de gasolina y panaderías. Muchos residentes intentan abastecerse ante el temor de un conflicto prolongado. La ofensiva israelí ha paralizado las negociaciones nucleares entre Irán y Estados Unidos, que buscaban limitar el programa atómico a cambio del levantamiento de sanciones. Ahora, el diálogo parece más lejano que nunca en medio de una peligrosa escalada militar.