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Shakira, Cali, Eder… y al pueblo, pan y circo

Un evento privado, inflado como logro de ciudad por un gobierno que no despega

La cantante colombiana Shakira anunció recientemente nuevas fechas para su gira por Sudamérica, que incluye paradas en Ecuador, Perú, Argentina, Paraguay, Chile, Uruguay y, por supuesto, Colombia. Las elegidas: Cali y nuevamente Bogotá. Esto, sumado a conciertos ya confirmados en México y Estados Unidos, configura un tour continental de alto perfil.

Sin embargo, más allá del entusiasmo que puede generar un evento de esta magnitud, me llama la atención —y me preocupa— la manera en que la administración caleña ha capitalizado políticamente el anuncio. Este jueves 3 de julio, desde varias secretarías, cuentas institucionales y el propio alcalde, se presentó la llegada de Shakira como un “logro de ciudad” e incluso como un hito de “internacionalización”.

Desde una perspectiva de comunicación gubernamental, esta narrativa no solo resulta desproporcionada, sino también errada.

¿Puede un concierto posicionar globalmente una ciudad?

Sí, un evento cultural masivo puede proyectar una ciudad al mundo. Pero no cualquier concierto, ni bajo cualquier circunstancia. ¿Es este show de Shakira en Cali el que marcará ese antes y después en la proyección internacional de la ciudad? La respuesta es clara: no.

¿Qué es realmente la internacionalización?

Llamar “internacionalización” a la llegada de una artista internacional a un escenario privado no solo es una ligereza conceptual, es una distorsión del término como instrumento de política pública.

La internacionalización, en el marco de la gestión urbana moderna, no es un evento, sino una estrategia de largo plazo que se diseña, implementa y evalúa como parte del desarrollo de la ciudad. Se trata de un proceso mediante el cual los gobiernos locales proyectan su territorio en el escenario internacional con el fin de atraer inversión, establecer alianzas, impulsar la cooperación técnica, promover exportaciones, proteger intereses estratégicos y fortalecer el posicionamiento global.

Es decir, no se trata de salir en titulares, sino de fortalecer capacidades institucionales, incidir en agendas multilaterales, acceder a financiamiento externo y establecer relaciones sostenibles que dejen capacidad instalada en la ciudad.

La COP16, por ejemplo, sí fue un proceso de internacionalización real: articulación institucional, diplomacia urbana, participación global y una agenda estructural de largo alcance. El concierto de Shakira, en cambio, es un negocio privado con beneficios económicos puntuales y efímeros. Eder ha mostrado avances: ha gestionado más de USD 1,5 millones en cooperación (2024), ha activado una Oficina de Relaciones y Cooperación, y además, Cali fue sede de la COP16, un evento de escala global que sí proyectó a la ciudad.

El oportunismo del espectáculo

Más que una estrategia de “Internacionalizar” la ciudad, lo que hay detrás de este episodio es una apuesta desesperada del gobierno local por conectar emocionalmente con una ciudadanía frustrada, desgastada por la inseguridad, los problemas de infraestructura, la movilidad colapsada y la ineficiencia institucional. Pan y circo, como dice el adagio.

La puesta en escena de funcionarios, las publicaciones de dependencias, el uso institucional de la Alcaldía para respaldar el anuncio y la exaltación personalista del alcalde como gestor del concierto revelan una necesidad desesperada por apropiarse de una narrativa que no les pertenece.

Ninguna otra ciudad lo convirtió en un “logro”

Para esta columna revisé el comportamiento oficial de siete ciudades latinoamericanas (Instagram) que también están incluidas en esta nueva etapa de la gira de Shakira. En ninguna de ellas se registró reacción institucional ni publicaciones desde cuentas oficiales de alcaldías o gobiernos locales. Aquí el detalle:

  • Bogotá (Colombia): el alcalde Carlos Fernando Galán (@carlosfernandogalan) y la Alcaldía de Bogotá (@alcaldiabogota) no emitieron pronunciamientos institucionales.
  • Quito (Ecuador): el alcalde Pabel Muñoz (@pabelml) y el Municipio de Quito (@municipioquito) no hicieron mención alguna al concierto.
  • Lima (Perú): el alcalde Rafael López Aliaga (@rafaellopezaliagaoficial) y la Municipalidad de Lima (@munlima) guardaron silencio.
  • Buenos Aires (Argentina): el jefe de Gobierno Jorge Macri (@jorgemacri) y el gobierno de la ciudad (@gcba) no reaccionaron públicamente.
  • Asunción (Paraguay): el intendente Óscar “Nenecho” Rodríguez (@oscarodriguezpy / @nenechopy) y la Municipalidad de Asunción (@muniasu) no emitieron mensajes.
  • Santiago (Chile): el alcalde Mario Desbordes (@mariodesbordes_) y la Municipalidad de Santiago (@municipiodesantiago) no se pronunciaron.
  • Montevideo (Uruguay): el intendente Mauricio Zunino (@mauriciozunino90) y la Intendencia de Montevideo (@intendenciamvd) omitieron cualquier tipo de pronunciamiento.

Ninguna de estas otras ciudades trató el anuncio como un asunto de gobierno. Todas entendieron el evento como lo que es: un espectáculo privado de entretenimiento.

Reflexión muy personal

Celebrar un evento cultural está bien. Facilitar su logística, promover el turismo y dinamizar la economía local también. Incluso se valora la participación de dependencias como Desarrollo Económico o Turismo, si su intervención es técnica y proporcional. Pero convertirlo en un hito de gobierno es, como mínimo, un exceso. Hay líneas que un líder serio no debería cruzar. En Cali, tristemente, ya se cruzaron.

Y mientras tanto, a los caleños —como a muchos pueblos a lo largo de la historia— solo les queda el consuelo de siempre: pan… y circo.

Pablo Yamasaki
Asesor y Estratega Político | Experto en Tecnología | CEO CW+

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