...

El Nobel a Machado fractura la región: Oslo celebra mientras América Latina revive su “guerra fría” ideológica

Duque capitaliza el galardón para la derecha; Petro lo califica como una "herramienta de intervención".

La entrega del Premio Nobel de la Paz 2025 a la líder opositora venezolana María Corina Machado, realizada ayer 10 de diciembre en el Ayuntamiento de Oslo, ha trascendido el simbolismo de la paz para convertirse en el mayor catalizador de polarización política en América Latina de la última década.

Mientras en Noruega la ceremonia se vivió como una consagración de la lucha democrática —con la silla vacía de Machado y su hija, Ana Corina, recibiendo el galardón—, en el continente americano el premio ha trazado una línea divisoria innegociable entre los gobiernos que exigen una transición inmediata en Venezuela y aquellos que ven en el reconocimiento una amenaza a la soberanía regional.

La estrategia de Duque: El Nobel como cerco diplomático 2.0

El expresidente colombiano Iván Duque, presente en Oslo junto a la exvicepresidenta Marta Lucía Ramírez, ha utilizado la visibilidad global del evento para reactivar su agenda de presión internacional. Duque no asistió como un simple invitado, sino como el artífice de una narrativa que busca aislar diplomáticamente a Nicolás Maduro y señalar a sus aliados.

Desde Noruega, Duque calificó el premio como un “mensaje claro de la comunidad internacional” de que la dictadura ha perdido toda legitimidad. Sin embargo, su discurso tuvo un destinatario directo en Bogotá: Gustavo Petro.

“Como sabe de su relación connivente con Maduro, está tratando de excusarse en el antiimperialismo… para justificar la protección a la narcodictadura”, declaró Duque, posicionando el Nobel no como un fin, sino como una herramienta para exponer lo que él considera “complicidad” de la izquierda regional.

Duque, flanqueado por líderes de la derecha regional invitados como Javier Milei (Argentina) y Daniel Noboa (Ecuador), busca que el prestigio del Nobel fuerce a los gobiernos tibios a tomar partido: o se está con la galardonada o con el régimen que le impidió viajar.

Lea también: Francia Márquez inicia cuarto viaje oficial a África

La izquierda ante el dilema: silencio o ataque

El “Efecto Nobel” ha acorralado discursivamente a los líderes de izquierda. Mientras mandatarios como Lula da Silva (Brasil) y Claudia Sheinbaum (México) han optado por una prudencia diplomática amparada en la doctrina de no intervención, el presidente colombiano Gustavo Petro ha roto el protocolo con una postura agresiva.

Lejos de celebrar el reconocimiento a una vecina, Petro ha reaccionado desempolvando viejas cartas de Machado (como una misiva de 2018 a Benjamin Netanyahu) para deslegitimar su figura de “paz”.

“Para mí es una persona despreciable que invita a invadir su propio país”, afirmó Petro en una entrevista reciente, calificando el galardón implícitamente como un premio a la intervención extranjera y no a la construcción de paz.

Esta postura revela el núcleo del conflicto: para el bloque de izquierda, el Nobel a Machado es visto como una “instrumentalización política” de Oslo para validar un cambio de régimen impulsado desde Washington y Europa.

El símbolo de la polarización

A diferencia del Nobel de 2016 a Juan Manuel Santos, que buscaba blindar un proceso de paz frágil pero existente, el Nobel a Machado en 2025 premia una confrontación abierta.

El galardón ha tenido un efecto paradójico:

  1. Internacionalmente: legitima a la oposición venezolana al nivel de figuras como Mandela o Walesa.
  2. Regionalmente: dinamita los puentes de diálogo que intentaban construir Brasil y Colombia. Ya no hay terreno neutral; el Nobel obliga a los actores políticos a definirse ante una figura que ahora ostenta el máximo aval moral del planeta.

La ceremonia en Oslo, con la presencia de la hija de Machado y la ausencia forzada de la laureada, ha dejado una imagen potente que Duque y la derecha continental usarán como bandera electoral y diplomática durante el próximo año: la democracia tiene premio, y la dictadura, según su narrativa, tiene cómplices.

Lea también: Tensión Colombia-EE. UU.: De la Alianza a la Amenaza Militar