Patricio Romano Petronio Álvarez Quintero, más conocido como “El Cuco”, nació el 1 de octubre de 1914 en la isla de Cascajal, Buenaventura. Hijo de Juana Francisca Quintero, poeta chocoana, y de José Joaquín Álvarez, maquinista del Ferrocarril del Pacífico, creció entre versos, música y el silbido del tren. Aunque nunca estudió en un conservatorio ni firmó con un sello discográfico, su talento e instinto lo convirtieron en un referente del folclor del litoral junto a leyendas como Mercedes Montaño y Peregoyo.
Apodado “El Rey del Currulao”, heredó la poesía de su madre y el talento musical de su padre. Desde niño improvisaba versos, como aquel pregón para vender empanadas de cambray junto a su mamá.
Empanadas de cambray
para las viejas, aquí hay
el que no me las compre
déjelas ahí.
No me las toque
con sus manos
sucias cochinas…
Tras la muerte de su padre, Petronio comenzó a trabajar desde joven en el ferrocarril. Inició como aguatero y, con esfuerzo y curiosidad, llegó a convertirse en maquinista de la locomotora La Palmera, hoy convertida en monumento en Cali. Allí, mientras recorría la geografía del Pacífico, improvisaba canciones y acompañaba el rodar de la máquina con el ritmo de su guitarra. Ese viaje constante sería su mayor fuente de inspiración.
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El improvisador del puerto
Petronio heredó de su padre el apodo de “Cuco” y la habilidad para resolver problemas con astucia. Junto al cajón de herramientas de la locomotora, siempre tenía su guitarra lista para tocar abozaos, jugas, bambucos o merengues, aunque el currulao sería el ritmo que más lo marcaría.
Su amor por Buenaventura lo llevó a componer Mi Buenaventura, en 1931, una canción que se transformó en himno no oficial del puerto. Desde entonces, sus letras retrataron la vida cotidiana del Pacífico: las faenas, las creencias, la naturaleza y el orgullo de sus raíces afro. Aunque gran parte de su obra sigue inédita, canciones como Teresa, Roberto Cuero o Bochinche en el cielo demuestran su ingenio y conexión con la tradición oral.
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El “Gardel del Puerto” y su legado musical
Además de ser un maestro del folclor colombiano, Petronio tuvo una fuerte influencia del tango argentino, inspirado por Carlos Gardel. Compuso piezas como El suicida y Canto en arrabal, lo que le valió el apodo de “Gardel del Puerto”. En 1935 fundó el conjunto “Buenaventura”, con el que difundió su música en bares y reuniones bohemias de Cali, ciudad donde se estableció tras jubilarse del ferrocarril en 1958.
Petronio no solo era un músico, sino un contador de historias. Cada canción suya era una crónica cantada que guardaba la memoria cultural del Pacífico. Su carrera se apagó en 1966, cuando murió a los 52 años por un cáncer óseo. Sin embargo, su voz y sus composiciones siguen resonando como símbolo de identidad para miles de personas.
Buenaventura, de ti
hoy me despido,
porque mañana estaré en el olvido
y tus creencias mías
no han de ser,
porque en el Puerto
A mí no me han de ver.Buenaventura de mi loco afán
que con el tiempo
de mí no se acordarán,
Buenaventura de ti
hoy me despido
porque mañana
estaré en el olvido
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El festival que lleva su nombre
Treinta años después de su muerte, en 1996, Cali decidió rendirle homenaje creando el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez. Desde entonces, este evento se ha consolidado como una de las plataformas más importantes para la difusión de la cultura afrocolombiana. Cada agosto, el festival reúne a músicos, cocineros, artesanos y diseñadores que celebran la riqueza del litoral con currulaos, abozaos, bebidas ancestrales y moda tradicional.
El festival no es solo una fiesta, sino una vitrina para el talento y la memoria colectiva. Así como Petronio retrató en sus canciones la vida del Pacífico, hoy el evento que lleva su nombre sigue proyectando esas raíces al mundo. Su espíritu se mantiene vivo en cada tambor, en cada marimba y en cada voz que entona los ritmos que él ayudó a inmortalizar.