Cali, epicentro cultural del suroccidente colombiano, también es escenario de una revolución silenciosa pero vibrante: el arte drag. Entre lentejuelas, pelucas y plataformas, artistas como Juan Carlos Isáziga y Milo transforman no solo sus cuerpos, sino también la percepción de una ciudad que aún lidia con la diferencia. Sus voces, marcadas por el dolor y el orgullo, construyen una narrativa más allá del show: la del derecho a existir.
Juan Carlos Isáziga, conocido en el escenario como Paulina Pariskova, lleva más de tres décadas transformando escenarios. Está en escena desde los inicios de los años noventa, cuando hablar de drag en Cali era un acto casi clandestino. Fue uno de los pioneros en abrir espacio para esta forma de arte, enfrentando discriminación, señalamientos y silencios sociales. Su trayectoria marcó el camino para nuevas generaciones en la ciudad.
“El arte para mí es el ejercicio de la expresión del ser”, asegura. “Cuando nos expresamos por medio del arte, expresamos nuestros sentimientos, nuestras formas de ver los colores, de sentir las texturas, de mirar las formas”. Desde pequeño, Juan Carlos fue sensible al detalle. Le atraía la moda, las pasarelas, la fugacidad del espectáculo. “Cuando las modelos salían a la pasarela se transformaban en otra cosa. Era un momento efímero, pero lleno de brillo. Eso me fascinaba”.
Con Paulina Pariskova encontró la forma de capturar esa esencia. “Los colores fluorescentes, simplemente es crear un personaje y actuarlo a cabalidad”, explica. “Lo raro también es bonito”, afirma.
“Ser drag es mucho sacrificios”
Para Milo, cuyo nombre artístico es Miss Mylov, el camino tampoco ha sido sencillo. “Una cosa muy complicada es vos decirle a tu familia que vos haces drag”, reconoce. A pesar de su talento, la incomprensión marcó su entorno. “Mi mamá nunca quiso aceptarlo”, cuenta. Además, el conflicto interno fue intenso. “Me gustaba lo que yo veía, pero también yo soy Milo. Siempre he considerado que el paso más difícil es tomar la decisión de empezar”, relata. Su valentía lo llevó a vencer el miedo y convertir su identidad en una obra viva.
El arte drag en Cali, insisten ambos artistas, es más que entretenimiento, es también resistencia. “Salimos a protestar por los derechos, salimos a protestar por todas las personas que quizás no pueden”, afirma Milo. Igualmente Juan Carlos lo resume con claridad: “Nos expresamos por medio de la exageración. Mira las botas, el vestuario, el tocado”. Esa estética recargada es un acto político, es visibilidad.
Aunque sus cuerpos brillan en escena, sus corazones aún enfrentan el peso del rechazo. “Hay gente que es muy cruel”, dice Juan Carlos. Las burlas y etiquetas siguen siendo parte del día a día. “Ay, que esa marica, ay, que esa payasa”, repiten las calles.
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Sin embargo, su mensaje es claro. “Tratemos de respetarnos. Si a ti no te gusta lo que yo soy o lo que yo hago, puedes mirar para otro lado”, concluye. Porque detrás de cada pestaña postiza hay una historia de coraje y en cada paso sobre plataformas, una comunidad que se niega a esconder su verdad.