El consumo de alimentos ultraprocesados se ha convertido en una tendencia mundial que afecta a millones de personas, especialmente en países desarrollados. Este fenómeno no es ajeno a Colombia, donde su ingesta ha ido en aumento en los últimos años, generando preocupaciones sobre su impacto en la salud pública. A nivel global, algunos países, como Estados Unidos, Reino Unido y Australia, lideran la lista de naciones con mayor consumo de estos productos.
El término “alimentos ultraprocesados” se refiere a aquellos productos que han pasado por una serie de procesos industriales y contienen ingredientes no comunes en la cocina doméstica, como colorantes, conservantes y edulcorantes. Hoy, los ultraprocesados dominan las dietas de muchos países, con altos porcentajes en lugares como Estados Unidos (58%), Reino Unido (57%) y Australia (40%).
En Colombia, el consumo de ultraprocesados ha aumentado significativamente. Según la Encuesta de la Situación Alimentaria (2015), estos alimentos representan el 20% de la dieta de los colombianos, un aumento considerable respecto al 16% registrado en 2005. Aunque no es el grupo alimenticio más consumido, está estrechamente relacionado con enfermedades crónicas, como la diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares.
Gustavo Cediel, profesor de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia, destacó que este aumento es especialmente preocupante en niños y adolescentes, quienes consumen casi el doble de ultraprocesados que los adultos.
Factores que favorecen el consumo de ultraprocesados
El auge de los ultraprocesados en Colombia responde a varios factores, como la facilidad de acceso, los precios más bajos y la rapidez en la preparación son elementos clave que favorecen su consumo. Además, la publicidad y la falta de tiempo para preparar alimentos frescos juegan un papel crucial en este fenómeno. A pesar de los esfuerzos gubernamentales, como los impuestos a los ultraprocesados implementados en la reforma tributaria de 2022, la cultura de consumo sigue arraigada en muchos sectores de la población, especialmente en los estratos bajos.
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Investigaciones, como las publicadas en la Revista Americana de Medicina Preventiva, han demostrado que estos alimentos están asociados con un mayor riesgo de muerte temprana. La transición hacia una alimentación más saludable es el desafío tanto para el consumidor como para la industria alimentaria. El reto será equilibrar el mercado, fomentar el consumo de productos frescos y, al mismo tiempo, reducir la presión sobre los sistemas de salud pública.