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“Venimos por la muchacha”: el testimonio de una sobreviviente del reclutamiento forzado

El testimonio de Deisy revela la verdad negada sobre los niños víctimas del conflicto armado y su lucha por sanar las heridas del pasado.

En Colombia, miles de niños fueron víctimas del conflicto armado, arrebatados de sus hogares y obligados a convertirse en combatientes, sirvientes y víctimas de violencia inimaginable. Deisy es una de esas voces que se alzan para narrar el horror de la guerra. Hoy, con 38 años, madre de cinco hijos, carga con el peso de un pasado que jamás podrá olvidar. Su historia, narrada en una entrevista con Caracol Radio en Bogotá, es un testimonio de una historia de dolor, resistencia y la búsqueda de justicia.

Deisy nació en una familia humilde en Casanare. Sus días transcurrían entre la escuela, donde alcanzó a estudiar hasta cuarto de primaria, y la vida en el campo junto a sus padres y hermanos. “Éramos pobres, pero muy felices”, recuerda con nostalgia. Su madre y su padre se esforzaban por brindarle lo mejor dentro de sus posibilidades, y aunque las dificultades económicas eran muchas, jamás le faltó amor.

Pero la guerra, implacable y despiadada, acechaba silenciosamente. Como en tantas otras regiones de Colombia, la presencia de la guerrilla era una constante, aunque la familia de Deisy intentaba mantenerse al margen. Sin embargo, ese intento de neutralidad se rompió una noche, durante las festividades del pueblo, cuando los tentáculos de la guerra alcanzaron a la pequeña Deisy y la marcaron de por vida.

El día que cambió todo

Su madre, como cada año, la llevó a las festividades. Las calles estaban llenas de gente, la música sonaba, y el ambiente festivo envolvía a todos. Pero entre la multitud, los guerrilleros acechaban, observaban, seleccionaban. En algún momento de la noche, un comandante del frente 28 de las FARC, conocido como Yahir, se acercó y con frialdad sentenció: “Venimos por la muchacha”.

Deisy recuerda cómo el terror la paralizó. Su madre intentó resistirse, pero la amenaza fue clara y brutal: “O la entrega o le pegamos un tiro”. Deisy entendió en ese momento que su vida y la de su madre estaban en peligro. Con una valentía forzada por el miedo, le dijo a su madre: “Tranquila, mamita, yo me voy”. Sabía que si se resistían, la violencia sería peor. A pesar de sus lágrimas, se dejó llevar. La última imagen que tuvo de su madre fue la de una mujer desesperada, suplicando y aferrándose al guerrillero en un intento inútil de evitar que le arrebataran a su hija.

El infierno en el campamento

Deisy fue trasladada a un campamento guerrillero, donde la realidad la golpeó con brutalidad. No era la única niña allí. Había otras menores, de 12, 13 y hasta 11 años, todas sumidas en el mismo miedo. La primera orden fue tajante: debían someterse a un procedimiento médico.

“Nos llevaron a una carpa”, recuerda. Allí, una guerrillera que hacía de enfermera les ordenó desnudarse. Deisy no entendía qué estaba pasando, pero pronto lo descubriría. Una a una, las niñas pasaban por un procedimiento del que no tenían ninguna información. “Vi a una de ellas salir llorando, sujetándose el vientre”, cuenta. Cuando preguntó qué le habían hecho, la respuesta fue aterradora: “Me metieron algo en mi parte íntima, me duele demasiado”.

Cuando llegó su turno, la obligaron a abrir las piernas. Sintió un dolor intenso cuando le introdujeron un dispositivo en su útero. Era una T de cobre, un anticonceptivo forzado que la guerrilla colocaba a las niñas reclutadas para evitar embarazos producto de las violaciones. “Yo ni siquiera me había desarrollado como mujer”, dice con la voz entrecortada. La intervención le provocó una hemorragia que duró 15 días. Pero no hubo descanso ni cuidados. Aún sin haber sanado, fue víctima de abusos que la marcaron para siempre. “Me violaron cuando ni siquiera había sanado mi útero, me desgarraron el alma”, relata con dolor.

La verdad negada

A lo largo de los años, los comandantes de las FARC han negado el reclutamiento forzado de menores y los abusos dentro de sus filas. Pero testimonios como el de Deisy desmontan esa mentira. “Son cínicos, se burlan de las víctimas”, afirma con indignación. “Si ellos no hubieran dado la orden de reclutar niños, esto no habría pasado. Pero reclutaron, violaron, destruyeron vidas”.

Deisy no solo sufrió en carne propia el horror del conflicto, sino que fue testigo del sufrimiento de muchas otras niñas. Hoy, ella intenta reconstruir su vida, es madre de cinco hijos y lucha por darles un futuro diferente al que le arrebataron. Pero las cicatrices del pasado siguen ahí. A veces, los recuerdos la acechan y otras veces el dolor se convierte en lágrimas que no puede contener.

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Su testimonio, recogido por Caracol Radio en Bogotá, es una voz que clama justicia, que exige verdad y que no permite que la historia se olvide. “Trato de ser fuerte, pero cuando recuerdo todo esto me duele”, confiesa. Sin embargo, sigue adelante, por ella, por sus hijos y por todas aquellas niñas que, como ella, vieron su infancia truncada por la guerra.

Deisy es una sobreviviente. Y su historia, un reflejo del dolor de un país que aún busca sanar.

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