Pasajeros de un bus intermunicipal vivieron un momento inolvidable cuando, en plena vía entre Guasca y Gachetá, un oso andino y su cría cruzaron la carretera. El hecho ocurrió en inmediaciones de la Reserva Forestal Protectora Nacional Páramo Grande, a unas dos horas de Bogotá.
La escena, registrada en video por los ocupantes del vehículo, muestra cómo la madre osa llama insistentemente a su osezno para que cruce la vía, mientras el conductor del bus espera pacientemente a la distancia. Finalmente, el pequeño corre detrás de su madre, dando saltos juguetones mientras se alejan de la carretera.
El video llegó a manos de la Corporación Autónoma Regional del Guavio (Corpoguavio), que aprovechó el caso para reiterar que, aunque estos avistamientos son más comunes en ciertas temporadas, está prohibido acercarse a los osos o alimentarlos, pues podría alterar su comportamiento natural.
Familia de osos en campamento de Chingaza
Otro avistamiento ocurrió a finales de 2024, cuando una familia de osos de anteojos —una madre y dos crías— apareció de forma inesperada en la plataforma de camping del Parque Nacional Natural Chingaza. La escena fue grabada por turistas que, siguiendo las recomendaciones de seguridad ambiental, mantuvieron una distancia prudente, evitaron movimientos bruscos y se abstuvieron de generar ruidos o intentar captar la atención de los animales.
Estas acciones coinciden con las directrices de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que promueve una interacción responsable con la fauna: mantener la calma, alejarse lentamente, no mirar directamente a los ojos del animal y reportar el avistamiento a las autoridades.
Según expertos ambientales, la presencia constante del oso andino en Chingaza representa una buena noticia. Esto sugiere que las condiciones del parque y el trabajo de guardaparques y comunidades locales están dando resultados, permitiendo que la fauna conserve comportamientos naturales.
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Además, el oso de anteojos —único representante de la familia Ursidae en Colombia— es un indicador clave de la salud del ecosistema. Su avistamiento no solo enriquece la experiencia de los visitantes, sino que también refleja avances en la conservación del hábitat altoandino.