El Vaticano presenció una escena inusual este 7 de mayo: una columna de humo rosa se elevó frente a la cúpula de San Pedro. No fue una señal oficial del Cónclave, sino una protesta simbólica. Un grupo de mujeres activistas, integrantes de la Conferencia por la Ordenación de Mujeres, alzó su voz y sus plegarias para exigir igualdad plena en la Iglesia católica. Su mensaje fue claro: el lugar de la mujer también está en el Cónclave.
Coincidiendo con el inicio del proceso para elegir al Papa número 267, las activistas protagonizaron una manifestación pacífica. Llenaron el aire con humo rosa, un eco colorido del tradicional blanco o negro que emite la Capilla Sixtina, y acompañaron su gesto con cánticos y oraciones. A través de esta acción, buscaron visibilizar la exclusión histórica de las mujeres en la toma de decisiones eclesiásticas.
“El humo rosa representa nuestra esperanza y nuestra denuncia”, afirmaron en un comunicado. Las mujeres exigieron a los cardenales que escuchen las voces silenciadas por siglos: “Queremos que nuestras vocaciones, anhelos y capacidades sean reconocidas con igualdad y justicia dentro de la estructura eclesial”.
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Mujeres en el Vaticano reclaman ordenación, liderazgo y participación
La protesta no se limitó a una acción visual. En sus declaraciones, las organizadoras condenaron la negación sistemática del acceso de las mujeres al sacerdocio, al liderazgo pastoral y a los espacios decisorios. “La Iglesia ha perdido generaciones enteras de mujeres que soportaron la humillación de tener que probar el valor de su ministerio”, expresaron.
Para las integrantes del movimiento, la exclusión no solo hiere individualmente, sino que limita el desarrollo espiritual y humano de toda la comunidad católica. “El liderazgo de las mujeres es tan necesario como legítimo. La fe no tiene género, pero la jerarquía actual sí”, subrayaron.

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Reconocen avances, pero insisten en transformaciones reales
Las manifestantes reconocieron que el pontificado de Francisco trajo una apertura hacia el diálogo con las mujeres dentro de la Iglesia. Sin embargo, señalaron que esas señales aún no se traducen en transformaciones estructurales. “La inclusión ha sido tibia. Necesitamos un cambio real, no solo gestos simbólicos”, reclamaron.
Con el humo rosa aún flotando en el aire, el grupo elevó una plegaria por el futuro Papa. “Pedimos que el nuevo pontífice abrace la sinodalidad, reconozca la injusticia histórica y corrija la exclusión de las mujeres del ministerio ordenado”, concluyeron.
Lejos de renegar de su fe, estas mujeres se plantaron en el corazón del catolicismo para defenderla desde adentro. Sus oraciones, envueltas en rosa, marcaron el inicio del Cónclave con una exigencia urgente: que la Iglesia del siglo XXI sea inclusiva, justa y equitativa.