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Garabatos: No le perdonan que siga vivo

Por Rubén Darío Valencia

Luego de las dramáticas revelaciones de María Claudia Tarazona, esposa del senador Miguel Uribe Turbay, al programa televisivo ‘Los Informantes’, no dejo de pensar con horror y ciertamente con asco y repudio, en los memes llenos de burlas y humor negro, en las hipótesis infames y en los discursos de odio que circulan en las redes en torno al por qué la víctima sigue viva ¡y no muerta! pese a la crueldad del ataque.

Los petristas, hay que decirlo con toda claridad, no le han perdonado la vida a Miguel Uribe. Aunque el niño-sicario no pudo hacerlo a balazos, en las redes sus discursos parecen lamentar que haya fracasado y dudan, en una duda inmoral y cínica, de que esté grave y que, incluso, haya toda una mentira urdida desde la ‘uribista’ Clínica Santa Fe de Bogotá.

En su distopía, lo han visto caminar por los pasillos como un ‘fantasma’. Incluso, en una teoría enfermiza, dicen que en los videos que repiten y repiten a manera de constatación de su diabólica verdad, se ve cómo el propio Miguel Uribe guía con su dedo al sicario dónde pegarle el tiro en la cabeza. Increíble. No tienen una sola prueba de sus afirmaciones, pero las respaldan con sus sospechas incriminatorias que repiten, día y noche, como piedras de lapidación en los muros de su infamia.

No hay derecho a tanta bajeza nacional. Estamos enfermos y perdida está el alma de Colombia.

Y lo hacen porque, inerme como está (apenas esta semana comenzarán a despertarlo del coma inducido que lo mantiene fuera del alcance de esa ignominia desde el 7 de junio), está subiendo en las encuestas que miden la intención de voto entre los colombianos.

Lo ven como un enemigo serio a su proyecto político y por eso el odio contra alguien que por ahora solo está luchando contra la muerte. Por eso dudan de que haya sido sometido a 19 cirugías, alegando que nadie las aguanta, sin siquiera conocer qué tipo de intervenciones han sido y su nivel de complejidad y sus propósitos. No aceptan, en medio de su ruindad, que quitar una ayuda clínica puede significar una de esas intervenciones.

Pero no lo entienden y, sobre todo, no lo soportan. Agregando un dolor adicional a la familia Uribe: aguantar en silencio la alevosa sospecha sobre hechos evidentes y certificados por personal de alto nivel científico e institucional.

Esto es fruto del peor legado que nos deja este Gobierno: la lucha de clases, el odio entre ‘el pueblo’, todo sin fórmula de juicio, sin causa y sin pruebas.

No les importa la verdad de las heridas, los dolores y las consecuencias de este atentado criminal, sino las mentiras que se tejen con maldad sin que se terminen las investigaciones y la reserva médica se levante, y que están destruyendo honras y el fundamento de vidas sociales, políticas y económicas. Matan de manera moral al que no ha muerto aún.

Lo terrible, y de lo que no se comenta mucho, son las consecuencias de ese ataque artero, premeditado y salvaje en la vida de Miguel Uribe. No sabemos, y eso deberían tenerlo en cuenta quienes juzgan su milagro, qué consecuencias neurológicas insospechadas podría tener y de las que no dan cuenta, por obvias razones, sus familiares. A quienes no les perdonan, tampoco, que estén firmes en su fe en Dios, que no maldigan, que no lloren en público y que no publiquen fotos de su convalecencia en una UCI para que obren como ‘pruebas’ de su estado.

Toda una locura.

Estos verdugos virales necesitan sangre, necesitan pruebas más allá de las ofrecidas por las cámaras, los testigos, los imputados y las rápidas investigaciones de las autoridades, incluida la Fiscalía no uribista de hoy.

Sería bueno que el Presidente Gustavo Petro, quien no se ha comunicado de manera personal con la familia Uribe Turbay, se desmarcara de esta ola lunática y mostrara piedad aún con quien es su contradictor político e ideológico. Quizá apaciguaría tanta demencia comunitaria, tanta rabia sorda, tanto odio innecesario y gratuito.

Es la ideología. La mala ideología. Prueba de ello es que, en cambio, se han alegrado por la supervivencia de un nefasto personaje, este sí criminal, como Iván Márquez, precisamente contra quien apuntan las investigaciones de la Fiscalía. Dado por muerto en varias ocasiones, ahí sí no han pedido pruebas, ni han reclamado fotos y no han esbozado ni una sola teoría en torno a que podría querer ‘desaparecerse’ para evitar los juicios y las búsquedas por las autoridades por sus múltiples crímenes.

Un colombiano decente, un padre, un hijo, un hermano, un maestro, un obrero, un periodista, un pastor, ninguno debería lavarle la sangre a nadie, ni de izquierda ni de derecha. Porque entonces el país no podrá ser salvado de la inmoralidad y la corrupción.

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