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Los sabores del Valle del Cauca brillan en Semana Santa

El Valle del Cauca invita a los viajeros a saborear su identidad a través de una cocina diversa.

El Valle del Cauca es un territorio que se revela con cada bocado. Durante la Semana Santa, cuando muchos buscan recogimiento espiritual, otros encuentran en sus cocinas un viaje sensorial que honra la tradición y enaltece los sentidos. Desde la costa pacífica hasta las montañas cafeteras, esta región del suroccidente colombiano despliega una oferta gastronómica tan diversa como su gente y sus paisajes.

Una de las joyas de esta ruta es Buenaventura, donde las recetas del Pacífico se han preservado gracias a la memoria viva de sus cocineras tradicionales. Platos como el encocado de camarón, la piangua con coco o el arroz con toyo se sirven con orgullo, y las bebidas típicas como el viche o el tumbacatre acompañan las comidas como parte esencial de la cultura. En cada rincón, la herencia afrocolombiana se manifiesta en aromas, texturas y combinaciones únicas que convierten cada plato en una historia que se cuenta al calor del fogón.

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En el corazón urbano del departamento, Cali aparece como un epicentro donde conviven los sabores callejeros con la cocina de autor. Las marranitas, los aborrajaos y el pandebono son íconos locales que se disfrutan en esquinas y panaderías, pero también inspiran a chefs que han hecho de la tradición vallecaucana un arte contemporáneo. Restaurantes liderados por cocineras reconocidas como Catalina Vélez, Martha Jaramillo y Vicky Acosta han transformado ingredientes cotidianos en propuestas sofisticadas, sin perder de vista sus raíces populares.

Una ruta gastronómica para descubrir la región

Más al interior, municipios como Ginebra, Guacarí y Buga conservan recetas que se resisten al paso del tiempo. El sancocho de gallina, cocinado a fuego lento en fogones de leña, sigue siendo el protagonista en Ginebra, mientras que en Guacarí el fiambre campesino envuelto en hojas de bijao conserva su carácter ancestral. En Buga, después de visitar la Basílica del Señor de los Milagros, una buena chuleta de cerdo suele ser parte del itinerario obligado, combinando el fervor religioso con el placer culinario.

La oferta se complementa con municipios como Sevilla, reconocida por su café de alta calidad y su plato estrella, el canastao: una contundente mezcla de carnes, yuca y plátano maduro que resume en un solo plato la calidez de la cocina campesina. Y no muy lejos de la capital del Valle, en el corregimiento de Rozo, el pollo en su jugo se ha convertido en leyenda, servido en espacios campestres que invitan a disfrutar de una comida familiar sin pretensiones, pero con mucho sabor.

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