Colombia aún no se repone del horror causado por el asesinato de Sofía Delgado, una niña de 12 años que el pasado 29 de septiembre de 2024 ingresó a un local comercial en Villagorgona, Candelaria, para comprar champú y nunca volvió a salir. El responsable, Brayan Campo, fue sentenciado a 58 años y tres meses de prisión por feminicidio agravado, secuestro y ocultamiento de pruebas.
Ahora, desde el centro penitenciario donde cumple su condena, Campo rompió el silencio en el pódcast Conducta Delictiva, revelando detalles escalofriantes del crimen. “Tuve una sensación, una necesidad de matar”, confesó. Aseguró que, momentos antes de encontrarse con Sofía, incluso tuvo contacto con otra menor, a la que dejó ir. Fue entonces, al ver a la niña en la entrada de su negocio, que decidió atraerla con un falso obsequio. Dentro del local, la golpeó brutalmente con una cuchara metálica para perros, dejándola inconsciente.
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Lo más perturbador de su relato no fue solo la ejecución del crimen, sino el trasfondo que brindó. Afirmó haber estado dominado por una presión mental, una especie de “voz interna” que lo impulsaba a imaginar asesinatos. También mencionó que días antes había caído en una profunda apatía, abandonando rutinas y responsabilidades, lo que atribuyó a supuestas prácticas esotéricas que, según él, podrían haber sido ejecutadas por una expareja. “Mi esposa me decía que en la casa nos estaban tirando cochinadas”, relató, en referencia a presuntos rituales.
Brayan Campo se imaginaba asesinando a mujeres adultas
Campo habló también de episodios en los que se imaginaba matando mujeres adultas, aunque nunca las conoció. En su relato se entremezclan síntomas de descomposición emocional, referencias esotéricas y un intento de justificar sus acciones a través de influencias externas.
Las declaraciones han sido recibidas con indignación y repudio por parte de la opinión pública, así como con preocupación por lo que revelan sobre la fragilidad de los sistemas de prevención ante comportamientos violentos y predatorios. El asesinato de Sofía no solo representa una herida abierta para su familia, sino también una llamada de atención urgente sobre la protección de los menores y la necesidad de detectar señales de alerta antes de que se conviertan en tragedia.