El 7 de agosto de 1956 es una fecha grabada en la memoria de Cali como un día de tragedia y transformación. Esa endeble madrugada, la ciudad fue sacudida por la explosión de siete camiones que llevaban cargas de dinamita, aparcados muy cerca de lo que era el Batallón Pichincha, dejando una marca imborrable en la historia de la capital del Valle del Cauca.
Los camiones, que transportaban explosivos, estallaron de manera catastrófica, causando una destrucción masiva en el centro de la ciudad. La explosión fue tan poderosa que arrasó edificios, destrozó calles enteras y dejó a miles de personas entre muertos y heridos. El impacto no solo afectó físicamente a la ciudad, sino que sumió a la comunidad en un profundo estado de conmoción y dolor.
El caos y la confusión dominaron las horas y días siguientes al desastre. La magnitud de la tragedia superó todas las expectativas, y la respuesta inmediata fue de desesperación y solidaridad. Cali, una ciudad en crecimiento y desarrollo, se enfrentó de repente a una catástrofe que obligó a sus habitantes a replantear su futuro.
La reconstrucción de la ciudad fue un proceso largo y difícil, pero también marcó el inicio de importantes cambios en la infraestructura urbana y en las políticas de seguridad. La tragedia del 7 de agosto obligó a las autoridades a reforzar las medidas de prevención y a replantear el desarrollo urbano para evitar que un desastre similar volviera a ocurrir.
Hoy, 68 años después, el 7 de agosto sigue siendo una fecha de reflexión para los caleños. Es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la capacidad de una comunidad para unirse y superar la adversidad. Aunque la ciudad ha avanzado y crecido desde aquel día, la memoria de la tragedia persiste, enseñando lecciones de resiliencia y solidaridad que siguen siendo relevantes en la historia de Cali.
Voces del 7 de Agosto: recuerdos vivos de la tragedia
Fabiola Roldán, testigo de la tragedia, tenía 11 años cuando su barrio natal, San Nicolás, en el centro de Cali, fue alcanzado por las devastadoras llamas. Recuerda que estaba en una celebración familiar cuando la tierra tembló, se cortó la electricidad y apareció una nube roja en el cielo.“Vivíamos en el pasaje Sardi, en la Carrera 5 con Calle 21, al lado de la iglesia de San Nicolás. En ese momento, toda mi familia salió corriendo por la Carrera 7. No entendía muy bien lo que estaba pasando, pero recuerdo que las casas y todos los almacenes de la zona tenían las ventanas rotas y las puertas recogidas. Además, había personas que estaban aprovechando el momento para entrar a robar a los locales y viviendas”, afirma la mujer, quien hoy tiene 73 años.
Aunque asegura que no hubo víctimas fatales entre sus familiares y conocidos, su rostro refleja el dolor que experimentó aquel día. Recuerda cómo, esa misma madrugada, salió con unas primas a explorar la zona afectada.
“Nos encontramos con una mujer gravemente herida, que parecía haber sido brutalmente atacada, indicó.
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