El mapa energético de Colombia vuelve a reconfigurarse tras la decisión de Shell de vender su participación en varios bloques offshore, poniendo fin a su presencia en el negocio de exploración y producción de hidrocarburos en el país. La empresa, que operaba junto a Ecopetrol en los bloques Fuerte Sur, Purple Angel y COL-5, se retira tras determinar que los descubrimientos de gas no cumplen con las expectativas necesarias para justificar la inversión en infraestructura.
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Estos bloques, ubicados en aguas profundas del Caribe colombiano, han sido escenario de importantes hallazgos de gas natural desde 2015, entre ellos los pozos Kronos-1, Purple Angel-1 y Gorgon-2. Sin embargo, a pesar del potencial identificado, los volúmenes encontrados no alcanzan el umbral de rentabilidad para emprender costosas obras como gasoductos submarinos y plantas de procesamiento.
Desconfianza en el sector por políticas colombianas
El contexto regulatorio también ha pesado en la decisión. La política del gobierno colombiano de no firmar nuevos contratos de exploración ha generado desconfianza en el sector. A esto se suma el aumento de la inseguridad en zonas clave, la dificultad de acceso y los trámites burocráticos que, según expertos, han limitado el dinamismo de la industria.
“Se trata de una señal de alerta sobre la competitividad del país en materia energética”, afirmó Julio César Vera, presidente de la Fundación Xua Energy, quien advirtió que Colombia ha pasado de ser un destino atractivo para las grandes petroleras a perder protagonismo en el mapa global.
Shell no es la primera en abandonar este segmento en Colombia. Su salida se suma a la de otras grandes como ExxonMobil, Chevron y Repsol. Actualmente, Petrobras, junto a Ecopetrol, lidera el único proyecto offshore activo: Sirius, con una proyección de producción para 2029.
Pese a su retiro del negocio de exploración y producción, Shell continuará presente en el país en áreas como la distribución de combustibles y lubricantes, a través de su alianza con Biomax.
Para algunos analistas, este retiro no solo tiene implicaciones económicas, sino que pone sobre la mesa un desafío mayor: asegurar la autosuficiencia energética del país en los próximos años. El futuro del gas en Colombia queda ahora en manos de menos jugadores, y con él, la urgencia de repensar una política energética que atraiga nuevamente la inversión extranjera.