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Un aula animalista: el colegio donde estudiantes salvan animales todos los días

Estudiantes del colegio Delia Zapata en Bogotá crearon un aula animalista para rescatar y cuidar animales en condición de abandono.

En el colegio Delia Zapata Olivella, ubicado en la localidad de Suba, un grupo de estudiantes decidió cambiar la historia de cientos de animales callejeros. Todo comenzó en 2013, cuando encontraron a Bebé, un perro criollo con artritis avanzada que apenas podía caminar. Lejos de ignorarlo, los jóvenes lo acogieron como uno más del colegio. Ese fue el primer paso para lo que hoy se conoce como ‘Amigos de cuatro patas’, un proyecto escolar que combina empatía, educación y acción real por el bienestar animal.

Lo que inició como un rescate espontáneo se convirtió en una iniciativa sólida que, con el apoyo de una docente de tecnología, ha permitido salvar a más de 500 perros y gatos. El equipo, conformado por estudiantes y maestros, no solo se dedica a darles un hogar temporal a estos animales, sino también a involucrarse en todo el proceso: desde el rescate en la calle hasta la recuperación y adopción final. La estrategia ha impactado tanto a los animales como a los propios estudiantes, quienes aprenden sobre tenencia responsable, psicología canina y trabajo en equipo.

A lo largo de estos años, el grupo ha trabajado hombro a hombro con la Secretaría de Educación para incorporar estos temas al currículo escolar. A través de actividades prácticas y encuentros con líderes ambientales, los estudiantes han entendido que la relación con los animales no es solo una cuestión de caridad, sino un ejercicio de ciudadanía.

Un refugio construido por y para ellos

Con el tiempo, el número de animales rescatados empezó a crecer, y el colegio entendió que necesitaban un espacio adecuado para su cuidado. Gracias a un premio recibido en 2019 por el proyecto ‘El colegio como escenario del barrio’, el Delia Zapata pudo construir un lugar soñado: el aula animalista. Ese espacio, diseñado especialmente para perros y gatos, incluye zonas para bañarlos, alimentarlos y dejarlos descansar mientras se recuperan.

Más allá de un refugio físico, el aula se ha transformado en un laboratorio de aprendizajes. Allí, los estudiantes reciben formación en adiestramiento canino, manejo emocional y autocuidado, todo a través de la relación directa con los animales. Es un espacio donde se enseña a observar, respetar y cuidar, y donde cada animal también se convierte en un maestro silencioso.

El montaje del aula fue un trabajo colectivo. Estudiantes, docentes y voluntarios pintaron, organizaron, armaron y limpiaron. La dedicación fue total, y cada rincón del espacio refleja el compromiso del grupo con su causa. “Lo hicimos entre todos, con mucho esfuerzo y mucho corazón”, asegura Andrea Murcia, docente y líder del proyecto.

Terapias, juegos y alegría: más que un rescate

Uno de los desarrollos más llamativos del proyecto es la implementación de la terapia de la risa con mascotas clown, una idea que nació de uno de los profesores. Los animales rescatados son entrenados con comandos básicos como sentarse, dar la mano o hacer giros, y luego participan en actividades lúdicas con disfraces, junto a los estudiantes. El objetivo es claro: llevar alegría a hospitales, colegios y comunidades, mientras fortalecen el vínculo emocional entre humanos y animales.

“Montamos nuestro propio circo con los perros y los niños como payasitos”, dice entre risas una estudiante. Más que un show, estas visitas permiten trabajar la empatía, la escucha activa y la expresión emocional, tanto en los beneficiarios como en quienes integran el proyecto. De esta manera, los rescates no solo cambian la vida de los animales, sino también la de los niños y niñas que se comprometen con ellos.

Actualmente, el equipo de ‘Amigos de cuatro patas’ trabaja para expandir su iniciativa a otros colegios de Bogotá. Quieren compartir su experiencia, inspirar a más jóvenes y construir una red de escuelas que rescate, proteja y eduque con sensibilidad animalista.

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Quienes quieran apoyar pueden hacerlo donando alimentos, cobijas, medicinas o simplemente tiempo voluntario. Las entregas se reciben en la sede del colegio. Porque en este colegio, cada ladrido y cada maullido es también una lección de vida.

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