En medio de árboles centenarios, senderos ocultos y rincones donde la fauna se mueve sin ser vista, comenzarán a operar 200 cámaras trampa recién adquiridas por la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC). No es un despliegue militar, pero sí un operativo técnico y científico de gran escala que busca revelar los secretos mejor guardados de los ecosistemas del suroccidente colombiano.
Estas cámaras, que detectan movimiento y calor, se activan automáticamente para registrar imágenes y videos de animales, incluso en la más completa oscuridad. El objetivo no es solo observar, sino documentar lo invisible, conocer las rutas, comportamientos y hasta el regreso de especies que muchos creían desaparecidas.
La instalación de estos dispositivos hace parte de un ambicioso programa de monitoreo ambiental que conecta a Colombia con el mundo. Las nuevas cámaras se integrarán a la Red Otus, la primera red nacional de cámaras trampa del planeta. Esta red, que hoy suma más de mil dispositivos activos en todo el país, es una alianza entre 33 corporaciones autónomas, el Instituto Humboldt y Conservación Internacional. Gracias a la plataforma Wildlife Insights, las imágenes se procesan con inteligencia artificial para clasificar las especies registradas y generar datos científicos en tiempo real.
Pero lo más llamativo es que esta iniciativa no se queda en escritorios ni laboratorios. Son las propias comunidades rurales, en alianza con técnicos de la CVC, quienes instalarán y vigilarán las cámaras. La apuesta es que la conservación no se imponga desde arriba, sino que florezca desde los territorios. “Hoy no solo entregamos tecnología, entregamos confianza. La idea es que cada comunidad se convierta en cuidadora de su biodiversidad”, expresó Marco Antonio Suárez Gutiérrez, director de la CVC, durante el evento de lanzamiento en Cali.
Del puma del Topacio al cóndor oculto: especies esquivas en la mira
Uno de los primeros lugares escogidos para la instalación fue el corregimiento de El Topacio, al sur de Cali, donde meses atrás fue avistado un puma. Las primeras cuatro cámaras colocadas ahí buscan seguir el rastro de este felino: saber por dónde se mueve, dónde se alimenta y si comparte el hábitat con otras especies grandes. Posteriormente, otras cinco cámaras fueron instaladas en la zona de amortiguación del Parque Nacional Natural Farallones, un corredor clave para la fauna andina.
Estas cámaras permitirán detectar animales que difícilmente se dejan ver con los métodos tradicionales de observación, como aves nocturnas, mamíferos esquivos, marsupiales pequeños o incluso depredadores que solo emergen en la madrugada. “Estamos hablando de información masiva, de datos que antes eran imposibles de obtener sin perturbar a los animales”, explicó Angélica Díaz Pulido, investigadora del Instituto Humboldt.
Capacitación, selección de predios y monitoreo a largo plazo
La implementación del proyecto en el Valle del Cauca se desarrollará en cinco fases. La primera contempla la capacitación de técnicos y funcionarios de la CVC. En la segunda, se identificarán las zonas prioritarias para instalación. La tercera fase será clave: seleccionar predios cuyos propietarios estén comprometidos con la conservación. Luego vendrá la instalación misma de las cámaras, y finalmente el seguimiento y procesamiento de la información captada.
Yesid González Duque, director de Asocars, explicó que este modelo se ha convertido en referente nacional. “Lo que está haciendo el Valle del Cauca es ejemplar: aquí hay tecnología de punta, pero también hay articulación institucional y trabajo con la gente”, dijo en entrevista con El País.
El despliegue de estas cámaras no solo documentará la vida salvaje, también dejará constancia de cómo se transforma el paisaje, de los impactos del cambio climático y de la resiliencia de los ecosistemas. La selva, que durante siglos guardó sus secretos en silencio, ahora los compartirá con una red de aliados que sabe escuchar.
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Con cada clic automático, cada imagen en alta resolución, se abrirá una ventana para mirar de frente lo que antes solo era intuición: que la vida silvestre sigue ahí, esperando ser reconocida, respetada y protegida.
