Después de 18 días de angustia, el país respira con alivio; Lyan José Hortúa Bonilla, el niño de 11 años secuestrado el pasado 3 de mayo en Jamundí, fue liberado este martes y trasladado a la Clínica Valle del Lili, en Cali, donde permanece bajo observación médica y psicológica. Su liberación fue posible gracias a una comisión humanitaria liderada por la Defensoría del Pueblo y la Cruz Roja Internacional.
El menor, que fue entregado en la zona rural del corregimiento La Liberia, narró a su familia que durante los primeros días de su secuestro permaneció atado. “Me dijo que lo amarraron durante cuatro días y que se sintió humillado”, relató Joshua Suárez, padrastro del niño, visiblemente conmovido. Asegura que lograron mantener contacto con Lyan mediante dos videollamadas durante el cautiverio, las cuales sirvieron como pruebas de supervivencia.
El reencuentro entre madre e hijo se dio en el mismo centro asistencial donde Angie Bonilla, madre del menor, fue internada tras sufrir una crisis emocional. “Fue como volver a la vida”, expresó entre lágrimas al abrazar a su hijo luego de casi tres semanas sin noticias concretas sobre su paradero. “Esto es un milagro”, añadió.
Padrastro de Lyan cuestionó la seguridad en la unidad residencial donde se realizó el secuestro
Suárez también cuestionó las condiciones de seguridad en la unidad residencial donde ocurrió el rapto. “Hay tres porterías con vigilancia, no entendemos cómo ingresaron hombres armados. Nadie nos ayudó, ni siquiera la Policía”, denunció.
Las autoridades, por su parte, han iniciado un proceso de identificación de los responsables del secuestro. El general Carlos Oviedo, comandante de la Policía Metropolitana de Cali, aseguró que “la prioridad fue siempre proteger la vida del menor. Ahora viene la fase de investigación para dar con los autores de este crimen”.
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Mientras el niño se recupera bajo el acompañamiento de equipos interdisciplinarios en salud física y mental, su familia no descarta salir del país como medida de protección. “Es algo que estamos evaluando”, afirmó Suárez, quien también expresó su perdón hacia los captores: “Como familia, perdonamos. Pero exigimos justicia”.
La historia de Lyan José no solo conmueve, también deja en evidencia los riesgos que persisten en territorios donde la violencia aún amenaza a los más vulnerables. Su caso reabre el debate sobre las garantías de seguridad en zonas residenciales y el papel de las autoridades frente al secuestro y la violencia organizada.
