La angustia de una familia se ha convertido en el dolor de dos municipios. Habitantes de Tuluá y Jamundí se han volcado a las calles para exigir la liberación de Lyan Hortúa, un niño de 11 años secuestrado en zona rural de Jamundí, cuyo caso ha despertado una ola de solidaridad y rechazo a la violencia que aún afecta a los más vulnerables: los niños.
En Tuluá, la noche de ayer se realizó una velatón en la plaza central del municipio. Con velas, globos blancos y mensajes de fe, decenas de personas se reunieron para pedir por el regreso seguro del niño, cuya desaparición mantiene en vilo a toda una región. En Jamundí, la comunidad en días anteriores también se organizó un plantón similar, convirtiendo el dolor colectivo en una manifestación pacífica que exige respuestas y justicia.
El secuestro ocurrió el pasado sábado3 de mayo en el corregimiento de Potrerito. Según informes del Ministerio de Defensa, fue perpetrado por el grupo armado ilegal Jaime Martínez, una disidencia de las Farc que opera en el suroccidente del país. Las autoridades han identificado al cabecilla conocido como alias Marlon como uno de los responsables del hecho.
Autoridades unidas para hallar a Lyan José
La respuesta institucional no se ha hecho esperar. El Gaula de la Policía y el Ejército Nacional desplegaron operativos de inteligencia en la zona, en una acción coordinada con la Fiscalía. El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, condenó el hecho a través de redes sociales, señalándolo como un acto que “traspasa todos los límites del horror” y apelando a la presión nacional e internacional para exigir la liberación del menor.
En respaldo a estos esfuerzos, la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, anunció una recompensa de hasta 200 millones de pesos por información que permita dar con el paradero de Lyan. “Los niños son intocables. Como madre, como mujer y como gobernadora, rechazo con firmeza este acto atroz”, expresó.
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Por su parte, la alcaldesa de Jamundí, Paola Castillo, calificó el secuestro como una grave violación de los derechos humanos. También aseguró que no cesarán los esfuerzos institucionales hasta lograr la liberación del niño.
A medida que se multiplican las manifestaciones y se intensifican las labores de búsqueda, las comunidades de Tuluá y Jamundí mantienen encendida una llama: la de la esperanza. La esperanza de que Lyan regrese pronto a casa, y que ningún otro niño tenga que vivir lo que él está atravesando.
