Andrés Felipe Marín Silva, conocido como alias Pipe Tuluá, consolidó su poder delictivo en el Valle del Cauca como cabecilla de la banda La Inmaculada. Desde temprana edad se vinculó con estructuras criminales como Los Rastrojos, donde empezó como sicario y cobrador en Quindío bajo las órdenes de alias Ballena. Su historial lo convirtió en una figura clave del crimen organizado en el suroccidente colombiano.
A pesar de su historial carcelario, logró escalar posiciones en el mundo criminal. A sus 40 años, ha pasado 19 en prisión, pero su condena por homicidio, secuestro, extorsión y concierto para delinquir agravado llegó solo hasta 2022. Desde la cárcel, no solo mantuvo el control de su estructura, sino que ordenó directamente asesinatos, extorsiones y amenazas a funcionarios públicos.
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Una red que se expandió desde Tuluá hasta el Eje Cafetero
Las acciones criminales de alias Pipe Tuluá trascendieron los límites del Valle. La Fiscalía lo responsabiliza por al menos 46 homicidios entre 2011 y 2017, de los cuales 39 se ejecutaron. Entre sus víctimas hay comerciantes, miembros de su banda, un guardia del Inpec e incluso un cerrajero. Su capacidad de control desde prisión demuestra el alcance de su poder.
La influencia de La Inmaculada se extendió a Popayán, Armenia y La Tebaida, donde comerciantes denunciaron cobros de extorsión. Su liderazgo fortaleció esta estructura criminal al lado de alias Porrón, y desde su segunda captura en 2015 en El Cerrito, dirigió operaciones desde la cárcel, sin perder el control sobre los movimientos ilegales.
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Extradición, amenazas y el terror que sigue latente
La reciente solicitud de extradición por parte de Estados Unidos, por cargos relacionados con narcotráfico, reactivó el nombre de Pipe Tuluá en la agenda nacional. Su traslado generó tensiones en Tuluá, donde la Fuerza Pública reforzó la seguridad ante eventuales reacciones violentas de su red criminal.
En 2024, el alcalde de Tuluá, Gustavo Vélez, denunció amenazas contra su equipo provenientes de La Inmaculada. En entrevista con W Radio, el propio Marín admitió los señalamientos, pero exigió un diálogo con las autoridades. Según él, ha buscado espacios para una “oportunidad de paz”, aunque sus actos contrastan con esa narrativa. Mientras tanto, su organización sigue siendo una amenaza para la seguridad regional.